La combinación de todas las formas de gobierno
Casi un cuarenta por ciento del Congreso actual lo eligieron los paramilitares. Un cuarenta por ciento gobiernista. Hay un porcentaje parecido en la cárcel. El proyecto criminal soporte de la seguridad democrática está fundado en una triple alianza redentora, entre el narcotráfico, el paramilitarismo y los partidos políticos legales, uribistas. Una aplicación oficialista de la combinación de todas las formas de lucha.
Fernando Londoño cuando era Ministro del Interior, en uno de sus arrebatos jesuíticos, nos dijo que el primer Congreso de Uribe era un congreso admirable. ¿Cómo se podría llamar el actual?
Los partidos – unas bandas que oscilan entre la legalidad y la ilegalidad - que no reconocen ninguna responsabilidad política respecto a la incriminación de su miembros, pasa sin costos, hunde la propuesta de “silla vacía”, y hunde todas las reformas que apunten a los costos políticos de bancada. El Doctor Ternura propuso algo soberbio, “inmunidad parlamentaria”. Que la única instancia para juzgar a un congresista sea la comisión primera. Un albañal con espíritu de cuerpo donde se juzgan entre sí, se precluyen mutuamente, se pagan favores y se negocian sentencias. (Pasó a la historia por el sistema prepago de preclusión, ejercido por la comisión durante el proceso 8000 del gobierno Samper).
Cambio Radical arrancó con una bancada de 15, tiene siete en la cárcel. La U, de veinte tiene siete y las ligas menores desparecieron; Colombia Democrática, la pandilla de Mario, el primo de Monseñor y Colombia Viva. El Partido Conservador puso cinco de 18 y el Liberal 3 de 18. En Córdoba desapareció la bancada. Nene Doc a la sombra.
No es un asunto de legitimidad. Es evidente que el Congreso nunca ha sido legítimo (si se le reconociera legitimidad, habría que darle legitimidad a las acciones por las cuales el 40% investigado llegó al recinto). El asunto va más allá, el problema es que las acciones de la seguridad democrática están apuntando al desmonte de la independencia de poderes. La rabieta hierática de Monseñor contra las cortes es por la independencia. Monseñor, tanto como Chávez, necesita un aparato de justicia, más que independiente, cooperante. La seguridad democrática no se ha ahorrado ningún recurso – ninguno – para seguir, espiar, desacreditar, hostigar, presionar y acusar (caso Tasmania) a las cortes.
Del mismo modo como Chávez asegura el proyecto de “socialismo del siglo XXI”, Monseñor Uribe atornilla su “seguridad democrática”, ejerciendo resistencia inconstitucional frente a poderes que no renuncian a su independencia.
La andanada contra la oposición, con la que Monseñor abre la temporada de la “farcpolítica”, es otra jugarreta para reducir el costo político de la independencia del Polo en el Congreso. Aunque sean necesarios montajes tan artificiosos, como la incriminación al Senador Robledo con las FARC, porque el Senador denunció la jugarretas de Tom & Jerry en el negocio de las zonas francas. Tanto como incriminar a Fernando Londoño con el Moir o a Álvaro Mutis con DMG.
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