¿Qué tan pobre es la literatura del Valle del Cauca?
A finales de 2007 un artículo de Julio Cesar Londoño, en la fenecida gaceta de El País de Cali, levantó un alboroto provinciano y divertido alrededor de la literatura regional. Palabras más, palabras menos, Londoño reconoce que el origen es Jorge Isaacs y que el presente es pobre, lánguido y aburrido. No obstante se atrevió a hacer una lista de los que a su juicio representan hoy lo mejor de las letras locales. Naturalmente los excluidos protestaron en la pluma del Licenciado Fabio Martínez, quien a su vez publicó su propia lista. En la pugna entre los autores de la literaria regional terminó interviniendo el ex infante terrible de la poesía vallecaucana, Alvarado Tenorio, quien se apresuró a decir que las dos listas estaban equivocadas. Para Londoño el panorama de las letras es pobre – como lo dijo en la reunión de directores de talleres de Renata en Cartagena en Enero 2008 –, para Martínez el panorama no es desolador, hay producción, autores. Se cuida de mencionar que lo que no hay es lectores. Para Alvarado, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Estuve tentado a enviar una nota al País, para burlarme del alboroto que causó la socarronería provocadora de Londoño, su graciosa maledicencia, aplicada al arte de hacer rabiar a los académicos. Pero cuando estaba a punto de hacerlo, por los días en que se esperaba la segunda respuesta de Martínez, sorpresivamente la Gaceta cerró. (No sé si se enteraron de lo que les iba). Lo que pensaba decir era que la discusión si tiene sentido, salvo que se elimine el derecho a comparar la producción literaria entre regiones. Sería interesante comparar el número de escritores publicados en promedio en un período de veinte años, el número de títulos año, las páginas de narrativa año, el total de ejemplares, el número de editoriales, de la Costa, Antioquia, Bogotá y Cali (un buen proyecto de tesis en literatura). Si Londoño no hubiera sido tan mamagallista y perezoso, habría publicado las estadísticas, habría comparado y hecho públicas sus conclusiones acerca de la relativa pobreza de las letras regionales en el Valle del Cauca. Aclarando, desde luego, que la calidad de las obras, está por encima de estos indicadores. Una literatura regional puede ser pobre en conjunto y sin embargo tener una obra grande. Me parece que hay un primer tramo en el panorama regional que va de Jorge Isaac a Andrés Caicedo, entre la patria boba y la rumba brava. Hay entre estos dos, por lo menos cincuenta autores citables, en un periodo de un poco más de cien años. El siglo fundacional, en el que sin embargo no aparece en el Valle un Tomás Carrasquilla, un Vargas Vila, un Barba Jacob, un García Márquez, un Germán Espinoza, ni un Rojas Herazo. La literatura regional después de Caicedo, tiene tres hitos locales. Humberto Valverde, un escritor de un solo libro recordable, del que hasta Cabrera Infante habló bien alguna vez. Fernando Cruz, el filósofo de café, el narrador que pudo haber sido y no fue, que no debió haber incursionado en las letras, a pesar del oficio que tiene. Y Álvarez Gardeazabal, que dijo haber interrumpido la escritura de novelas, porque para qué si la gente no las lee. El cuadro pues, se completa - de una parte - con un vaticinio regional que nos pone a la altura de las metrópolis posmodernas, donde hay tiempo para especular, como lo ha hecho hasta George Steiner, sobre la “muerte de la novela”. Capítulo aparte merece Ángela Becerra, publicada en Colombia por Villegas Editores, la misma editorial que publica a Roberto Rubiano, nuestro director nacional de Talleres. A ella hay que leerla con cariño, que aunque menos ciego que el amor, sabe hacerse el de la vista gorda.
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