La venezolanización del intercambio humanitario
Uribe necesita bajar la presión nacional e internacional a favor del intercambio, le conviene, pero sin soltar el mango del sartén del despeje. Piedad Córdoba autoproclamada chavista se zafa del estrecho corral del liberalismo parroquial colombiano, viaja a Venezuela y se da un baño de publicidad política internacional con la propuesta de intercambio en la mano. Luego visita a Uribe y permite que Uribe la invista de la condición facilitadora, un cargo ad hoc que la pone a girar en la órbita del gobierno, es decir en la órbita del no al despeje. (Aunque ella desestima completamente el problema del despeje en el proceso de intercambio) Chávez acepta la invitación de la Senadora, se muestra abierto, le conviene participar, queda bien con Francia –a quien particularmente interesa el caso de Ingrid - y se le abre la oportunidad de meterse con legitimidad en el conflicto colombiano. Las FARC, por su parte, encuentran un interlocutor de peso, con el que por más obtusos que sean, se les abre un respiradero que necesitan. Se ha creado una situación en la que todos estarían en condiciones de ganar tácticamente a nombre del intercambio humanitario, independientemente de que vaya a producirse o no. El ambiente se agitó adecuadamente con la versión de que Ingrid estaba en Venezuela, de que Marulanda pudo haber muerto y la ya vieja versión por la cual el Secretariado, o una parte de él, estaría en Venezuela, según denuncias de miembros de la oposición venezolana. La desgracia del intercambio sigue siendo que esté en manos de Uribe y las Farc. Ignoramos que tan humanitaria sea Piedad, no se olvide que es una política y por tanto es lícita una dosis de incertidumbre respecto a lo que de verdad pueda importarle la situación desesperada de los retenidos. Y qué tanto lo sea el Coronel, de cuyos sentimientos humanitarios, a juzgar por el tratamiento que la cancillería venezolana le dio hace un par de meses al caso de una hija con cáncer de Carlos Andrés Pérez – para citar sólo un caso – no podríamos sentirnos con menos incertidumbre.
Las FARC internacionalmente aisladas, consumidas en el miasma inexorable de su condición de maphiosos con programa, en particular, después del asesinato de los diez diputados del Valle, encuentran en la mediación un aire necesario. Al día siguiente de haberse presentado Piedad en Caracas con su reciente investidura, pidieron a través de la página de Anncol, al gobierno de Chávez, que les abra una oficina de información en Caracas, en la perspectiva de su reconocimiento como fuerza beligerante. Se dice que Chávez y Raúl Reyes ya hablaron a través de lo que Chávez mismo llama el “teléfono negro”. El mayor riesgo en la operación binacional lo corre el Gobierno de Uribe. Una vez echada a andar la parafernalia humanitaria, Chávez por fuerza de las circunstancias a que lleva su expresa voluntad mediadora, tendrá que tomar una posición, delicada y diplomática, pero que terminará poniéndolo más cerca de Uribe o más cerca de las FARC. Un riesgo completamente previsible para el gobierno colombiano. Uribe previendo las consecuencias, se adelantó en una arremetida política, que coincidió con la llegada de Piedad a Caracas, a calificar a las FARC de “pandilla hitleriana” con la cual no habrá acuerdos para el despeje de un solo milímetro de territorio. (A diferencia de Piedad, para Uribe el no despeje es el punto clave) Para ambientar su posición en el marco diplomático de la venezolanización del conflicto, sacó al Ministro Uribito a la plaza pública, hace tres días en Pradera y Florida, a promover una cruzada nacional contra el despeje.
A la sociedad civil se le abre una esperanza, a las familias en particular, para quienes cualquier cosa que se haga es útil, venga de donde venga. Aun después de haber sido históricamente defraudadas por el Gobierno y las FARC en el curso de las distintas aproximaciones, que terminaron todas en lo mismo, queriendo manipular el intercambio para obtener ventajas tácticas que repugnan al espíritu humanitario.
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