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Alberto Rodríguez

Mal de amores

Mal de amores

“Toda la vida me la he pasado 

 queriendo que me quieras”.

      Ángeles Mastretta es del año 49, un año menor que yo. Una escritora poblana que se alimenta de la historia de su México, como si fueran fajas y frijoles, para devolverla a la manera como solo una novela puede hacerlo.

Tenemos en Mal de amores, una versión literaturizada de la lucha de los que no tienen nada y los que lo tienen casi todo, en México de principios del siglo XX, en todos sus matices, desde la lucha armada hasta el reformismo hipócrita de los liberales. Pero el camino sobre el que anda la novela es el camino del amor contrariado, alejado, riesgoso, ardoroso, revolucionario, difícil, apasionado, a pedazos, siempre subordinado a la causa, a las elecciones, a la lucha armada, al sindicalismo. Un amor que termina haciendo que el lector sienta que los personajes después de viejos encontraron la recompensa que de jóvenes les había sido negada.

Mastretta conoce la historia, la ha olido, se ha impregnado de ella, lo que ayuda a que sus personajes tengan esa carga de humanidad que los hace humanamente eficientes, capaces de agitar al lector, de hacerle suspirar, de hacerle sentir uno que otro vacio, unas ganas súbitas de llorar. Personajes tan reales que parecen de una crónica.

Hay un telón de fondo definitivo: la familia. De toda ella se ocupa el narrador, la biografía del padre, la madre, la tía, tal como lo hace con los amigos, los copartidarios, los clientes cercanos, que solían agruparse en clubes contra la reelección, en el horror del porfiriato. La novela nos instala en la casa de una familia liberal.

Por entre un agitación que se tomó todo un país va agitándose el amor de dos progresistas, Daniel desde las ideas políticas, entre el anarquismo y la ingenuidad, y Emilia, desde la gana de servir a otros como enfermera y boticaria. No tiene sentido ese amor sino en tales circunstancias, ahí y en el ahora que los compromete como actores de una época que no están dispuestos a dejar pasar. Pero tampoco parece tener mayor sentido toda la épica revolucionaria sin el amor.

Ángeles Mastretta nos regala una novela de una semana de lectura, en la que podemos movernos por la casa, la botica, la cocina y la cama de la familia Sauri. En 1997 le concedieron el premio Rómulo Gallegos, a la primera mujer que se lo dan. Llevados de la mano por unos personajes, que también nos ponen en la calle, la asamblea, la huelga, en toda la agitación. Una especie de ying y yang que equilibra contradictoriamente el “destino” consciente de los personajes, la vocación de llegar a alguna parte, pero llegar con el amor.

Nadie padece en vano el mal de de amores. 

1 comentario

Patricia Rodriguez -

No he leido a Angeles Mastretta, con este articulo sobre su libro Mal de Amores, me pico leerla. Gracias Alberto.