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Alberto Rodríguez

Rodear al gobierno

Rodear al gobierno

 

Alberto Donadio/El Espectador

 

Revela Juan David Laverde en El Espectador, el presunto pago de 12 millones de dólares a un asesor de confianza de Juan Manuel Santos y el director de El Tiempo, en lugar de pedir explicaciones al Gobierno, se viene lanza en ristre contra uno de sus columnistas, Fernando Londoño Hoyos, acusándolo de “revivir las páginas más oscuras de nuestra historia, las mismas que solo dejaron como balance estelas de horror y de sangre”.

¿Es este el mismo Roberto Pombo al que le concedieron en febrero un premio de periodismo que lleva el nombre de ese adalid de la libertad de expresión que fue Guillermo Cano? Pombo es un tipo chirriadísimo, que sería muy aplaudido como presidente de una gran agencia de publicidad o de relaciones públicas, pero que no tiene talante para representar el cuarto poder. Es un conciliador nato, alérgico a la polémica.

Cuando debería estar formulando preguntas incómodas al presidente, exalta “la reputación” de todos los candidatos presidenciales pues “tienen hojas de vidas respetables y cuentan con las condiciones de dirigir los destinos de la patria”.

Pombo sería un gerente idóneo del Jockey Club, de Los Lagartos o del Gun Club, donde con gran tino podría mediar las disputas que se presenten entre los socios, al calor de un buen whisky. Pero no está hecho para servir de vocero del interés público. No va con él la definición que daba Eduardo Santos en el mensaje que dirigió al Congreso el 3 de septiembre de 1939: “La democracia exige e implica libertad en las discusiones, severidad en los juicios, crítica inexorable de todos los actos”. El obsecuente Roberto Pombo practica la lánguida herencia de su suegro y tío del presidente, Hernando Santos, que a lo largo de su vida como periodista y director de El Tiempo escribió un solo editorial ante todos los escándalos y ante todas las circunstancias que se registraron en distintos períodos de la vida nacional: rodear al Gobierno, rodear al presidente, rodear las instituciones, rodear al Ejército, rodear a las Fuerzas Armadas.

Sí, esa visión pobre y simplista, sin matices, esa subordinación asordinada frente al turbayismo, frente al llerismo, frente al gavirismo, frente a todos los presidentes.

Un ejercicio de rodeo que no solamente constituye una puñalada trapera al periodismo libre e independiente sino que traiciona el Estado de derecho. Los que verdaderamente defienden las instituciones y defienden a este y a todos los gobiernos son quienes ejercen la crítica y la oposición, aun cuando lo hagan con elevado apasionamiento. Pombo le pide a Fernando Londoño “recuperar la mesura, propia de su condición de exministro de Estado”. ¿Entonces la democracia es un costurero de señoras bien? ¿Podría el director de El Tiempo revelar los correos que Santos le ha enviado en este gobierno y contar públicamente cuántas veces lo ha llamado el presidente y para qué? ¿Podría divulgar si alguna vez se ha apartado de una solicitud del Presidente, obviamente dentro de “normas elementales de decoro”? ¿Podría explicar por qué jamás el editorial de El Tiempo formuló una sola crítica por el escándalo de Interbolsa al presidente, encargado por la Constitución de evitar esos atracos financieros? En el 2007, Anna Politkovskaya recibió, póstumo, el Premio Mundial de Libertad de Prensa Unesco-Guillermo Cano. Ella se enfrentó en Moscú a Vladimir Putin. En este cuatrienio, ¿a qué poderes gubernamentales se le ha enfrentado en Bogotá el director de El Tiempo, con o sin ataques arteros?

 

 

 

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