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Alberto Rodríguez

Hitchcock

Hitchcock

Psicosis fue la primera película en el cine norteamericano en que apareció un inodoro. Era 1960 y Alfred Hitchcock se había quedado sin productores. La película nominada al Oscar, debería haberse llevado el Oscar, el mismo que el viejo Hitch nunca recibió. Tacañería sentimental de la Academia.

Hitchcock es una producción en la línea de las biografías, que tantos éxitos han cosechado en los últimos años: Lincoln, Ray Charles, la reina Isabel, Jorge VI, Gandhi, Hoover, JFK, Nizon, Capote, el Che. Pero más que la gracia biográfica de sus honrosos antecesores, la gracia de Hitchcock, está en haber conseguido mucha más actitud en la caracterización.

Hitchcock, el hombre que asustó a Norte América. Un inglés neurótico, rechoncho, de papada virreinal y una ironía que cortaba gargantas.

El secreto del film es el guión. Construir un Hitchcock que le hace sentir a quienes nunca conocimos a Hitchcock, que habla como Hitchcock. Un personaje-persona al que conocemos por su cine. El mismo que en la escena cumbre de Psicosis, cuando el psicópata apuñala repetidas veces a la mujer en la ducha, se levanta completamente poseído, de su silla de director, toma el puñal del actor y le muestra, tras salirse de sí, cómo se  apuñala a una mujer. La mujer entra en un auténtico terror, al reconocer en el director un auténtico asesino, que de no haber sido porque estaban en el set, la habría acribillado.

La escena estaba a cargo de Antony Perkins y Vivian Leigh. Pero el actor no alcanza la actitud, el toque aristotélico de unidad, en el momento de acuchillarla. Así que Hitch se levanta para ir a resolver la escena personalmente, unos minutos después de haber confirmado la relación de su mujer, Alma, con un guionista, amigo de la pareja. Cuestión de motivo, de actitud.

Hitch debió tratar con la censura, con un comité de misioneros peinados al rapé, de camisa blanca y corbata negra, que se opuso a que se mostrara el inodoro, a que hubiera una escena franca de amor y al apuñalamiento, no por la violencia, sino por los pechos de la mujer.

Hitch demostró que el inodoro era indispensable, puesto que era un elemento en el que se habían dejado indicios, indispensables para la trama. Se comprometió a no mostrar a la mujer, a velarla y a editar para que en la edición apenas apareciera la silueta. A cambio pidió libertad para el apuñalamiento. A Hitch y a Alma se debe la edición.

Después de Psicosis Hitchcock se convirtió en su propio productor, el sueño de cualquier director y cualquier actor. Y siguió haciendo cine casi hasta 1980.   

 

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