Hotel Budapest
Hay algo muy original en Hotel Budapest, el film de Wes Anderson, nominada a ocho Óscares en la noche de hoy (hasta donde escribo ya se ha llevado dos), y es la falta de estilo. Es un film literario. Está basado en una obra de Stephen Zweig, los personajes son de talla Kafka, el guion reproduce lo mejor de la tradición inglesa de guión, los personajes hablan literariamente. Monsieur Gustav habla como un personaje de Bernard Shaw, u Oscar Wilde. Y la dirección parece de Tarantino. Es una sumatoria creativa y encantadora de influencias, que logra juntar lo mejor, para contar una buena historia de la nostalgia. La muerte de un hotel.
Es un film en el que al comienzo y en muchos pasajes hay un narrador que en off hace un contexto estrictamente literario de la acción del fim. Apela a un narrador, para que por la escritura se pueda hablar de algo que el film no es capaz de mostrar. El cine no lo muestra todo. El narrador contextualiza, organiza el diálogo, moviliza la trama, pone al espectador en un contexto, a través de la palabra. De la misma manera, como es cierto, que hay cosas que el cine muestra y la palabra no sería capaz de reproducir. La particular mixtura entre el modo palabra y el modo imagen para narrar, le da su ángel. Palabra y plano comparten el mismo foco.
Cada personaje es una creación cuidadamente particular, acentuada, marcada por un móvil literario. De hecho ya se han ganado – a esta hora – un Oscar de maquillaje y el de vestuario -, llena de humor, seriedad, malicia y atontamiento, maldad y dulzura. La historia la llevan Gustav y Zero Moustafá. Sus alianzas, sus dominios, la jerarquía, pero también la complicidad, la lealtad, el afecto.
Es memorable desde ya, la escena cuando Gustav logra fugarse de la cárcel y al salir se encuentra a Moustafá que le recita un poema, mientras todos los demás huyen. Y Gustav, paciente, espera a que el botones principal termine, le agradece, le elogia el sentimiento poético, y le pide que, por favor, busquen donde meterse porque la policía no tarda en llegar.
La historia comienza con la llegada al hotel de un escritor que durante una temporada recala en el hotel, mientras trabaja en su libro. Por coincidencia conoce al dueño del hotel, con el que tiene otro memorable encuentro en el salón de las tinas, en donde se entera que el hombre no adquirió el hotel. Así que como en una novela, invita al escritor a cenar con él, para contarle la historia, que merece ser contada y más precisamente a un escritor.
No está nominada a la mejor película. Lo está para mejor director. Un tipo que tomó lo mejor que encontró para contar la historia que alguna vez contase Zweig.
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