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Alberto Rodríguez

Niños del hombre

Niños del hombre

Thou turnes man to destruction; and sayest, Return, ye children of men

                         El planteamiento de Alfonso Cuarón – basado en la novela homónima de P.D. James –es perfecto: el asesinato en Argentina de Diego Ricardo de 18 años, el hombre más joven en la tierra. Nacido en el 2009 (año orwelliano) en que ocurrió el último parto del planeta. Bernard Vandermersch, un antropólogo francés, halló en la primavera de 1979 en inmediaciones de St. Césaire - en Francia - los restos de un muchacho neardenthal de 18 años al que le abrieron la cabeza con un instrumento afilado, hace 36.000 años.

 

Estamos en el 2027 y la crisis de fecundidad  nos ha dejado en un mundo de adultos perversos, que ha ido involucionado hasta situarnos en un neardenthal de emigrantes y tropas británicas. El mundo social se está acabando, el color, la sombra, el tono, la angustia, tienen la gravedad del aire terminal y sombrío del anarcoprimitivismo. Todavía hay carros, armas, motos. Pero lo que se respira es sobrecogedor, el mismo aroma envenenado del El país de las últimas cosas, de Paul Auster.

 

La expresión original hebrea (en inglés isabelino en el epígrafe) conoce al menos seis traducciones. La de Reina Valera, la de Nueva versión internacional y la de Hispanoamericana, son descartables, quisieron utilizar la traducción para sus fines. La de la Biblia de las Américas y la versión de Adrian Monleón coinciden en la traducción de la segunda frase: “Volved hijos de los hombres”. Respecto a la primera, se salva la de Monleón, tal vez por literal: “Conduces al hombre a la destrucción y dices…” Evita el sujeto explícito, con lo que evade el vocativo divino: vos Señor.

La novela hace parte de la saga, amaneradamente llamada de las “fábulas distópicas”, un género muy del siglo XX, cuyo icono es 1984 de Orwell. Nacen del fracaso de las utopías modernas, científicas, desviadas, hegemónicas, cuyo resultado histórico es el miedo.

“Proyecto Humano” es una institución clandestina, a la que Theo conduce a Kee, una negra embarazada, la primera en 18 años. Ella termina pariendo en una pocilga, sobre un colchón en el suelo, mientras afuera tropas británicas y emigrantes nos hacen sentir en Cisjordania.

La película no escapa deliberadamente a la recuperación del mito cristiano. Theo – San José-, Kee, María, y el niño al que ella llamará Theo. La escena final con un tono a lo Turner, ocurre entre brumas opacas sobre el océano, donde el barco de Proyecto Humano terminará recogiendo a Kee, minutos después de la muerte de Theo.

El sabor esperanzador que la película nos arroja a la cara, como si fuera necesario, es un amaneramiento mítico que podría suscitar respeto, pero ante todo una traición de calidad al embeleco de las fábulas distópicas.

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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