El día llegará
The day will come es un film sueco danés del 2016 dirigido por Jesper Nielsen. Una historia cien veces contada, que se regocija mostrándonos a los personajes en el escenario siempre cruel de orfanato. Lo particular y atractivo, es que en el clima escénico que traduce en actuación la historia se pone un especial cuidado en los detalles del conflicto entre el poder y la inteligencia.
1967. Elmer y Erik llegan a Gudbjerg, un hogar para niños hijos de trabajadores que se han quedado sin familia. Gudbjerg está regido por Heck, su santuario cerrado donde ejerce de dios, de un grupo de niños sin familia, a los que según dice les ofrece un programa de educación y adaptación a la sociedad. Sus métodos son fascistas, violencia corporal continua. Pero no solamente ejerce como un miura camisa parda, sino que además tiene un discurso, una lógica discursiva de poder. Es un SS de civil más de veinte años después de terminada la guerra. O un jesuita regente de un hogar de niños en la Irlanda rural de los años de Pio XII. La idea escenificada ofrece una imagen agresiva del poder, frente a una imagen silenciosa y discreta de la inteligencia.
Es la imaginación astronáutica la que mueve a Elmer. Es su capacidad de leer. Ambas cosas lo sintonizan de una manera singular y diversa con su realidad. Llegó a convertirse en lector público de las cartas, las notas, los mensajes, las revistas que recibían los internos en el hogar, sirvió de estafeta, tuvo acceso a la biblioteca, y mientras tanto su imaginación ya iba tan lejos que estaba llegando a la luna cuando un buen día por la tele, todos pudieron asistir al momento en que el primer hombre pone su pie en la luna. Un 20 de julio.
Y en la mediación de fuerzas dramáticas, la Señora Laerer, humillada y completamente sometida mientras estuvo en Gudbjerg, hasta que lo último que le quedaba de dignidad, le dio para abandonar el reino de Heck.
Luego, los hilos de la historia van a terminar en que la sociedad civil a través de los recursos de ley está en condiciones de intervenir la situación, a pesar de las dificultades, cuando los dos niños están corriendo riesgos de morir. La sociedad institucional consigue salvar la situación, a los niños, y remover un poder, también institucional, que resulta tanto más peligroso, no por la fuerza que puede matar a un chico, sino por la resistencia que levanta para el ejercicio de la inteligencia.
El corazón de un conflicto entre el poder de concentración de fuerza y la inteligencia como reguladora de fuerza. Para hacer posible el film, su puesta en rodaje, fue necesario un trabajo intenso de formación y dirección de actores, que todavía recoge el aire gris y profundo de las escenas de Bergman.
No llevar a los niños, tampoco palomitas de maíz.
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