NO
En términos de argumentación el NO carece de piso. El temor político, la retaliación, la impunidad, la elegibilidad, la anticipación del conflicto que sigue, no son argumentos, por sí mismos. Un argumento es una afirmación de carácter probatorio. Por ejemplo, la constitución no contempla la reelección del procurador. Un argumento para demandar la elección. El argumento parte de un referente obligatorio y común a las contrapartes: la constitución. Ahí termina la réplica, el contra argumento ya no es posible. Un argumento contundente.
El NO se montó en dos contra argumentos: la impunidad y la elegibilidad. El primero se estrella contra el espíritu de justicia transicional que guía todo el proceso. Es como si desde la geometría plana, se criticara el hecho de que una linea que se prolonga se toca a sí misma, en la geometría esférica. El segundo se monta en el supuesto de que a los interlocutores en la mesa de diálogo se los puede tratar como vencidos. El texto del acuerdo prevé una jurisdicción especial de paz, procesos a crímenes de lesa humanidad, justicia ordinaria para quienes no digan la verdad. El acuerdo es el referente obligatorio. Todo lo que el uribismo percibe debajo de la declaración, los acuerdos secretos, el negociado de la paz, que conoce porque negoció y acordó con todo el paramilitarismo, y con los mafiosos, que se le colaron a Ralito, no son argumentos, porque no prueban y por lo tanto no ensanchan la argumentación.
El uribismo “argumenta” desde el temor, y quizás no le falte razón, pero el miedo, la prevención, el odio, la envidia, no son base de argumentación, porque se reproducen y se movilizan sin necesidad de probar nada. Lo particularmente débil en la cadena de hechos, es que moviliza con mayor vigor y energía el miedo que la argumentación.
A un argumento hay que oponer otro argumento más fuerte. El desacuerdo se haría fuerte si opusiera contra argumentos más fuertes que el argumento del acuerdo. Pero qué hacer, si es que la política no se mueve con argumentos.
El “país uribista” pese al acuerdo, el punto de referencia común al orden de argumentación, votará por el NO. Lo hará sin argumentos. Lo hará por que Monseñor así lo dice, así lo enseña.
Así como un argumento se desmonta de dos formas: con los hechos, o con argumentos más fuertes, igual un contra argumento. Un ejemplo. Hoy, en su último discurso en la Procuraduria, tras haber sido destituido por el Consejo de Estado, por reelección viciada, Ordoñez dice que se ha cumplido el primer acuerdo de La Habana. Acusa al Consejo de Estado de un fallo político, cocinado entre el gobierno y las Farc. Sin embargo, la demanda del colectivo de abogados contra la reelección se puso hace más de tres años. Demasiado para no haber fallado antes, en un caso de reelección inconstitucional, en la que el Congreso se equivocó. No votó en derecho, lo hizo políticamente. De 93 votos posibles la noche de la elección, Ordoñez obtuvo 80. Lo que prueba que las bancadas oficiales votaron por él, postulado por la Corte Suprema de Justicia. Lo que vendría a probar también que Ordoñez procedió con Santos, de la misma forma que Santos procedió con Uribe. Hace cuatro años ya se estaba negociando en La Habana. Entonces Ordoñez no era una amenaza para el proyecto de terminación del conflicto de Santos. La afirmación del Procurador, que conlleva la descalificación de su juez, el Consejo de Estado, pese a aceptar sin apelación ni contrademanda el fallo, más que un argumento, es el último misil político contra el SI, que hace desde su cargo.
Voy a pagar de mi bolsillo una misa por Alejandro Ordoñez. Plugiese el cielo que toda la carga de mal que arrastra el quemalibros, se hunda en el infierno del uribismo.
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Patricia Rodriguez -