Corazones al azar o la industria de la soledad
Un jubilado español de sesenta años, residente en Palma de Mallorca - dos hijas a las que nunca ve, nunca llaman y ya ni siquiera vienen para las navidades – conoce a través de una página a una mujer, entre cientos, que se ofrece para matrimonio. Ella tiene 23 años y estudia psicología en una universidad privada en Colombia. En la foto, al menos, es un bombón erótico, va vestida con un traje ajustado que resalta todas sus formas, y que vaya si las tiene. Un pequeño perfil, da cuenta de su nombre, edad, estudios, aficiones, mascotas y música preferida. Brenda – digamos que así se llama – y Antonio - digamos también - chatean durante varias semanas, a un costo de 75 centavos de Euro el minuto para él, hasta que descubre que la mujer del chat no es la de la foto. No puede serlo. Y en el diálogo virtual que se prolonga, él le descubre el juego, y ella reconoce que se trata de una suplantación. Aun así la comunicación sigue, hasta que el hombre le pide que se deje conocer. Dime tu nombre, es lo que dice.
Operación Anastasia es un viaje al fondo de la industria de la soledad y del engaño. Hombres del norte que buscan mujeres del sur. Hombres viejos que buscan mujeres jóvenes. Jubilados que buscan a estudiantes y madres solteras. Con el anzuelo falso o verdadero de un matrimonio. Algunos se realizan, aunque en la mayor parte de los casos no es el matrimonio, o al menos, no el primero de los motivos, y mucho menos para las “niñas”. Ellas prestan la foto y delegan sus romances en una operadora anónima, que es la que Antonio descubre.
Las “niñas” que van de los 18 hasta los cuarenta, no necesitan saber escribir. Tanto como las operadoras no necesitan posar. Las niñas de las fotos jamás chatean, no quieren conocer hombres a través de la página, no buscan casarse El truco pasa por la escritura de las operadoras: efectista, comprimida y rápida. Para ellas es un trabajo, tanto si la relación avanza o desfallece. Hablar a través de un chat equivale a recorrer una autopista de espejismos. Hablando por teléfono el espejismo se refina. Un tono de voz, un timbre, un acento, pueden echar a perder la magia del encuentro. Algunas de las niñas hablan con sus pretendientes. Desde luego el minuto telefónico vale un poco más que el minuto de chat. El arte de la operadora está en alargar la conversación. Ella cobra participación sobre un porcentaje de los minutos hablados o escritos.
Una operadora hábil puede atender hasta diez solitarios en simultánea, como los ajedrecistas, en la que sabe concertar con cada uno, el tono y el límite de la conversación. A cada quien lo que se merece, en un tira y encoje en el que eluden información erótica y se atienen a las preguntas clichés de un libreto. El alma de la agencia de corazones solitarios es la operadora de chat, una digitadora hábil, que consuma una falsificación necesaria para los hombres.
Cuando el juego de suplantación se descubre, Antonio le pide a Brenda que le escriba y ella acepta. Él propone pagarle por palabra y ella acepta, hasta un punto en que ella le dice que no le va a cobrar más, porque ya no está suplantando a nadie. Entonces él se propone ir a conocerla. Ella le pide que no lo haga, es la peor idea, ni siquiera le aseguro que nos veamos. Él le pregunta el motivo, pero ella se niega. Reconoce lo que siente por él después de casi un año de correos y chats, pero le insiste en que no vaya. Antonio la invita a España. Ella no acepta, pero la conversación continúa. Un día repentinamente se interrumpe, una de sus hijas regresa a la casa. Es una chica de 23 que trabaja en un chat erótico en Madrid.
La industria de la soledad necesita suplantaciones. Qué importa que me engañen, si el engaño también vale, cuando se trata de la soledad. Si Antonio no sabe que alguien le está suplantando a Brenda, no hay problema, y si lo sabe, le quedan dos caminos, perder una corresponsal o aceptar que debe olvidar a la de la foto. Para muchos hombres una suplantación es un favor, una coartada legítima contra la soledad.
La operadora: el servicio social de los corazones solitarios.
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