Entre fuego amigo y enemigo
Que un periodista que acompaña a las fuerzas militares a una zona de combate, sea capturado por el enemigo - de las fuerzas armadas – demuestra que: las fuerzas militares no dieron la suficiente protección al periodista, que se había enrolado con su autorización en la expedición, que el periodista rompió los protocolos de seguridad de las fuerzas militares y de los periodistas de guerra, o, que el periodista por cuenta propia cambió de bando, durante la refriega, para ir a buscar su reportaje.
A los militares les interesa llevar periodistas al frente, al fin y al cabo son unos chismosos mediáticos que amplifican y retransmiten sus versiones sobre los hechos. Desde luego, se aseguran de llevar periodistas que vean lo que ellos quieren que vean, que hablen con quienes autoricen, y terminen publicando informes que dejen satisfechos al gobierno y a las fuerzas militares. De no ser así, a ningún periodista se le daría un salvoconducto para acompañar a las tropas. Con seguridad, a Jorge Enrique Botero y a Hollman Morris, se lo negarían.
El caso de Romeo Langlois agitó el cotarro del conflicto, en especial después de su liberación. Ahora se encuentra en Paris, en casa de sus padres, recuperándose de una experiencia que lo mantuvo en los campamentos de las FARC durante un mes.
¿Qué fue lo que paso con Langlois? En una improvisada tribuna, que las Farc levantaron para el acto político de la entrega del prisionero de guerra, el secuestrado, el retenido, o lo que sea, el francés se echó un discurso. Dijo, que salvo la retención, todo había ido muy bien. No me quejo, aseguró. Me trataron como a un invitado.
Dijo que el combate no fue gran cosa, no de la magnitud con que el ejército lo hizo ver. "Era un pequeño laboratorio que la gente utiliza acá para sobrevivir". Aún así, en el combate murieron cuatro militares y el periodista fue herido en un brazo, tras lo cual se entregó. ¿Por qué a las Farc? ¿Por qué no a las fuerzas militares? ¿Por qué se entregó a quienes lo hirieron? "Yo no necesitaba esta experiencia para conocer el conflicto colombiano ni la guerrilla”. Eso no lo sabremos hasta que publique su crónica, su reportaje de la retención, como él insiste en llamar el secuestro. Como si no lo hubiera sido. La única forma de convencernos de que no lo fue, es que aceptase haber ido voluntariamente. Langlois no es claro, no es convincente, es tan oscuro como un francés. La experiencia con seguridad le dio mucho más de lo que acepta, mucho más de lo que le daría haberse “entregado” a las fuerzas militares que le expidieron el salvoconducto.
“Conmigo se ha hecho mucha política de muchos lados”. Cada secuestro es un escenario político, hacen política las Farc, la comisión de Ciudadanos por la Paz, el ejército, el gobierno, el congreso, los medios. Y hasta los secuestrados, como en el caso de Langlois. La hizo parado en una tribuna, con botella de cerveza y todo.
Langlois termina traicionándose en sus declaraciones de político, como todo político. Pide que tanto las fuerzas armadas como las Farc sigan llevando periodistas a la zona de conflicto, porque “es la única forma de que se conozca la realidad que vive Colombia”.
En otras palabras, Langlois sí necesitaba de la experiencia, contrario a lo que dijo, de no haber sido así, ni habría logrado el material noticioso, que hasta para libro le dará, ni tampoco conocer de primera mano la trastienda real del conflicto.
0 comentarios