¿Para qué sirve la renuncia de un profesor?
“La manera en que leemos hoy depende en parte de nuestra distancia interior o exterior de las universidades…”. H.Bloom. Cómo y por qué leer.
La renuncia escrita de Camilo Jiménez, a su cátedra en Comunicación Social de la Universidad Javeriana, se ha interpretado como, que los estudiantes no pueden y no quieren redactar, como el tedio de aula, el aburrimiento curricular de un profesor para enseñar a redactar a muchachos que no quieren redactar. Como la incapacidad del maestro para resolver creativa y éticamente el conflicto del aprendizaje de redacción en el aula. O como, de manera más general, el fracaso de la enseñanza de la lengua escrita en la educación superior, el agotamiento de los modelos de enseñanza, la formalidad superflua de los currículos, la calidad de escritura del maestro que enseña a escribir, o de algo crucial, aunque no se mencione, la didáctica de la redacción.
Harold Bloom comienza su libro, Cómo y por que leer, diciendo: “No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial por la cual debemos leer. A la información tenemos acceso ilimitado; ¿dónde encontraremos la sabiduría? Si uno es afortunado se topará con un profesor particular que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones”. Si como la pedagogía de la lengua escrita enseña, escribir es otra forma de leer, una razón de fondo para entender el “escándalo mediático” de la renuncia de Jiménez, más allá de sus motivos particulares, completamente respetables, es que los muchachos no redactan porque no leen.
Redactar es a escribir, como solfear es a componer. La educación en general lo que necesita es que los estudiantes tengan competencias funcionales para redactar, para entender textos informativos, narrativos y argumentales, con los que se les hace la oferta académica de lectura. La redacción no consiste en poner en palabras escritas lo que hablamos, sino en decir con palabras algo que solamente se comunica con la redacción, en función de un orden, un tiempo y una extensión, mucho más formalizadas que en el habla. Así que si el problema es que no redactan, la enseñanza de la redacción debería comenzar por la enseñanza de la lectura. Todo lo que se necesita para aprender a redactar y a escribir está en los textos. ¿Dónde más?
Cuando redactamos nos leemos de manera distinta a cuando leemos los textos de otros, así que cuando nos auto leemos, para bien de la vanidad, para corregirnos o por escarnio, aprendemos algo que solamente se aprende en los textos que hacemos. Aparentemente el asunto es simple, algo que todo el que redacta debería saber, en realidad es el corazón de la propuesta para enseñar y aprender la lengua escrita.
Si los muchachos no leen y no redactan, es porque no les hemos enseñado, o les hemos enseñado mal, de forma inapropiable para ellos. O porque según, lo más fatalistas, en el mundo de ellos ,hoy tan cruzado por una maraña sofisticada de tecnología de comunicación, no hay tiempo para aprender la escritura convencional. Existen muchas otras formas de escritura.
¿Sirvió la renuncia de Jiménez? Otras universidades estarán tentadas a ofrecerle clases. Él reconoce su impotencia, su incapacidad. Los estudiantes confirman que lo dicho es cierto, pero le reprochan no haber hecho lo necesario, lo suficiente. Los editorialistas ofrecen cifras lastimeras sobre el consumo de lectura. Realmente no es nada que no se supiera. De esa crisis se habla hace 25 años. ¿Entonces para qué diantres sirvió la renuncia de Jiménez?
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Ana María Gómez -
Ana María
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