Seda
Con Seda de Alessandro Baricco se podría ilustrar la paradoja extensional de los relatos. No es lo extenso del relato lo que hace al género. Los cuentos no lo son, porque sean breves, lo son porque tienen un modo único de narrar, rápido, superficial y circunstancial. Las novelas, no lo son, porque tengan más de doscientas páginas, sino porque tienen un modo de narrar lento, profundo y de carácter. Un relato de ciento cincuenta cuartillas puede ser un cuento, y uno de cien, puede ser una novela.
Seda es un cuento largo, con todas las características de cuento. Un héroe que viaja a tierras desconocidas, recurrencia como en los cuentos infantiles, en este caso el itinerario cuatro veces reiterado del héroe entre Francia y Japón. El móvil, los gusanos de seda. Y de fondo un amor allá y un amor en casa. Y como enigma, los ideogramas chinos con que el héroe regresa de Japón, y que debe ir a hacer traducir de la madame de un lenocinio.
Seda es un cuento, porque es rápido, cada fragmento da cuenta de un suceso. Al narrador le interesa más lo que pasa afuera, que lo que pasa dentro de los personajes. Porque es de superficie, no ahonda los hechos, no se desgasta en interpretaciones de carácter ni visiones interiores, cuenta desde un punto de vista. Y circunstancial, porque lo que interesa es el asunto mismo, el gusano, el viaje, el enamoramiento, los ideogramas, los reales y los ficticios.
Un cuento encantador, que se lee en una sola jornada. Una escritura directa y efectiva, capaz de hacer aterrizar el avión en una cuadra.
Alessandro Baricco además incorpora al cuento un cierto tono de crónica, al situar los hechos en una frontera histórica. El cuento comienza en 1861 cuando Flaubert está terminando Salambó y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, se ha metido en la guerra de secesión. Y termina en 1886 cuando Japón declara lícita la exportación de huevos de gusano de seda. Casi que cada capítulo comienza con una fecha, como en Flaubert.
En 1874 mure Héléne de fiebre cerebral.
1 comentario
Paola Garcés -