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Alberto Rodríguez

Calidad en veremos

Calidad en veremos

El problema más complicado de la calidad educativa, es que casi nadie sabe qué es esa vaina. Mejor dicho, es todo y es nada. Todo tiene que ver con la calidad, dicen los más astutos. Y no mienten. Pero entonces díganos, cómo subir la calidad en todo. Eso sí que no lo sabe nadie.  Es un problema de conocimiento aplicado.

Hace unos cuatro o cinco días escuché a la Señora María Fernanda Campo, nueva Ministra de Educación, hablando por la radio, sobre la calidad. Lo primero que le explicaron cuando llegó de la Cámara de Comercio, de la que era Presidente, al Ministerio, fue la cobertura, y ya. Es algo que todos  saben qué es y cómo se amplía: subcontratando colegios privados, hacinando estudiantes, ampliando empréstitos, ampliando la planta de maestros, construyendo locales. ¿Cómo no lo van a saber, si es que con eso es que se hacen propaganda?  Las cifras de ampliación son su argumento.  Cuando a la buena Señora le preguntaron por la calidad, dijo lo que había que decir, y sin embargo no dijo nada: hay que capacitar a los maestros, invertir en tecnología para las aulas, modificar la intensidad horaria y revisar el currículo.

Llevamos los últimos treinta años, repitiendo la fórmula y la calidad sigue para abajo. ¿Qué como lo sabemos? Creyéndole al resultado de las pruebas Pisa, al estado de  las competencias cuantificadas en las pruebas Icfes, al incremento incontenible de la violencia en las escuelas, a las enormes dificultades de los estudiantes que entran a la educación superior, para leer y para escribir, a la pobreza de opinión del estudiante promedio, al bajo perfil académico de los docentes, a las pruebas censales.

El gobierno de Monseñor, con su inefable “revolución educativa”, desde luego que consiguió subir la cobertura, con el perverso recurso de delegarle la educación a colegios privados, la mayoría de muy baja calidad, invirtiendo intensivamente los empréstitos,  condicionando el pago salarial al número de estudiantes matriculados y no permitiendo que perdiese el año, más del 5% de los estudiantes. Es decir que la aprobación académica ya no es un problema de calidad, de mérito académico, de aprendizaje, sino de cupos. En un grupo de veinte estudiantes, independientemente de la calidad, el resultado, el rendimiento, la disciplina, solo puede perder uno. Es el golpe más bajo a la calidad educativa que gobierno alguno le haya dado. Con el argumento “académico” de que el cupo desestimula la deserción. Valiente revolución que arruinó la competencia de calidad, el valor del resultado y el sentido de la evaluación y la eficacia.

La revolución educativa, en términos de salud, equivale a criar niños gordos y desnutridos.

Ahora la nueva Ministra nos repite la fórmula, aprendió bien la lección. Pero vuelve la pregunta ¿Cómo? ¿Cómo formar maestros de alta calidad? ¿Cómo incorporar eficientemente la tecnología al aula? ¿En cuántas horas subir la intensidad de horas/año? (Hoy no pasa de 550). ¿Cómo enseñar a leer y a escribir? ¿Cómo educar en valores de convivencia, solidaridad, equidad? ¿Cómo hacer creativo el aprendizaje? ¿Cómo subir las competencias básicas a la media internacional?

Y que no nos vengan a decir que hay planes, programas, proyectos, estudios, comisiones y foros. Que lo hagan, si son capaces, y suban todos los indicadores de calidad, para que la educación no sea la víctima publicitaria de los gobiernos, que  confunden la salud con el Sisben, desarrollo económico con desarrollo humano y crecimiento con equidad.

Si la educación quiere jugar el papel inclusor, con el que todos los gobiernos sermonean sin compasión, deben primero que todo aprender qué es la calidad y cómo se sube. Todo lo demás es un fraude.  

 

 

1 comentario

Mareña -

Estudié en un colegio de monjas alemanas y tuve una educación que podría llamarse "integral" desde puericultura, pasando por latín, centros literarios, cineforum, civismo, canto, matemáticas,historia sagrada e historia universal. Tenái la "convicción" que le debía un favor a mi padre al tenerme en ese colegio por lo tanto debía aprovechar. Hoy algunos adolescentes me preguntan y quién era Fulano(de la historia sagrada) o Sutano de la historia universal, no tienen la menor idea sobre escritores mucho menos de libros, ni personajes bíblicos, NO LES INTERESA, están buscando otra cosa y me pregunto ¿es necesario que estos jóvenes sepan quién era Stendhal o Sócrates o Victor Hugo o PIcasso, Melquisedec o Abraham? ¿sólo bastará consaber leer y sumar?