Bayly
Jaimito es un buen muchacho peruano, aunque ya tiene 45 años, está gordo, achacoso y gruñón, pero tiene un aceptable sentido del humor. Se viste siempre con lo que parece un uniforme de colegio de hermanos cristianos (saco azul, corbata azul y camisa blanca) y luce un corte de pelo modelo Beatles, que según él le da la fuerza como a Sansón. Es autor de varias novelas, que no conozco, y que posiblemente no conoceré. Se jacta de ser bisexual, de amar a sus hijas – Paola y Camila - y de ser independiente. Es una estrella rosa en la televisión peruana y en la latina de los Estados Unidos y ahora se nos ha venido una temporada a Bogotá, invitado por el canal internacional de RCN.
Las directivas de RCN y la inefable Claudia Gurisatti, que estuvieron tras la compra de Bayly, quisieron abrir su espacio para una columna editorial, con humor y con valor político agregado. Con alguien cuya imagen exitosa – aunque Jaimito le dice a sus hijas que no busquen el éxito – que haga que los televidentes posiblemente quieran dejarlo entrar a sus habitaciones, todos los días a las diez de la noche. Hay cien comentaristas mejores que Bayly, pero no todos aseguran los créditos suficientes para que el espacio sea comercial y políticamente rentable.
A Bayly, RCN lo llamó a los Estados Unidos, luego lo contactó personalmente y le dijo: queremos que vengas a Colombia a hacer un programa para el canal internacional que estamos comenzando. Lo que nos interesa es que hables mal de todos los gobernantes de América Latina, que te burles en el tono en que te dé la gana. Pero lo más importante, que solo hables bien de Uribe y de Obama. Estamos, por lo demás, dispuestos a consignarte 20.000 dólares al mes, a darte un apartamento de estrella en el norte, un Mercedes Benz del color que más te guste, una moto, escoltas y a llevarte de paseo por los centros donde se reúne la gente chic. Tendrás una prima de presentador y pasajes abiertos. Bien, suena bien, dijo Jaimito. Voy a pensarlo, mientras ustedes piensan si se pueden hacer algunas mejoras.
Un par de meses después Jaimito estaba en Bogotá. Un chico noble y de buen corazón. Él se representa a sí mismo, es su mayor gracia. Intenta burlarse de sí mismo sin hacerse muy duro. Reserva sus baterías más ácidas, contra algunos poderes, y eso le da una cierta gracia, no hay que negarlo. Por ejemplo, el representante de Venezuela ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), Roy Chaderton Matos, que evidentemente no ve la gracia, denunció los planes conspirativos para atentar contra Micomandante, que Jaimito compartió en su programa del canal Mega TV de Miami, con Federico Jiménez.
Jaimito ha abierto en Bogotá un show lento, monótono, retórico, en el que aparece apoltronado en un horrible escritorio, que lo hace ver como un portero de edificio estrato seis, o un ministro de tierra caliente. Lo que fastidia, para decirlo de una vez, es el papel poco virtuoso de alquilado al uribismo, por el que RCN está pagando caro. Seguramente le apuestan a que la figura de la novela blanda, su personalidad conocida, la condición de extranjero, jueguen un papel de refuerzo político ahora que ha comenzado la campaña. (Monseñor la inició con el discurso de la frontera en Cúcuta, en el cual ofreció la patria a los venezolanos que quieran escapar). Su representación es demasiado oblicua. Mientras no pueda burlarse de Monseñor, su show será un “publi reportaje” gobiernista, el más costoso que un programa de televisión en Colombia haya pagado.
Jaimito, no deberías prestarte para manipulaciones tan rentables. Seguramente no eres un uribista convencido, ni crees un ángel a Santos, ni inocente a José Obdulio, ni limpio a Uribito, ni justo al Procurador, ni tan buenas las bases norteamericanas en Colombia, ni tan bueno y capaz a Obama.
Las excepciones en el humor contra el poder, los vacios de ironía, el sesgo de tus defensas sin humor, o con humor cristalizado sin ángel, contratadas, le dan al show ese ralente contradictorio con el humor, lleno de lugares comunes, reiteraciones respetuosas, que con ese tono de señora limeña de buena familia, seguramente y a pesar de tu buen corazón, no aguantarán para que muchos latinoamericanos te dejen entrar a sus habitaciones en horario nocturno.
Y por favor no le digas a tu mamá ni a tus hijas, cómo te ganas la vida en Bogotá..
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Yoyis -