Madonna: un monstruo perfecto
Truman Capote tituló el primer capítulo de Plegarias atendidas “Monstruos perfectos”. Escribió sobre ella, se conocieron y fueron de juerga, como con la Monroe. Hoy al cumplir 51 años duerme cuatro horas diarias, destroza el corazón de los hombres a cualquier hora y gana 500 millones de dólares en una sola gira. Es Madonna: un monstruo perfecto.
Tenía 20 años, el pelo moreno y la genuina languidez de las mujeres de Michigan. Trabajaba en Burger King a dólar la hora. Un fotógrafo de Nueva York le pagó treinta, así que se quitó la ropa, algo por lo que no le pagaban en el Burger. Hoy tiene 51 años, muestra cuarenta, tiene las carnes firmes, hace dos horas diarias de gimnasio. Es una tirana absoluta en la producción del espectáculo, una tirana absoluta en el escenario y fuera de él. Es judía conversa, cambio como Mohamed Alí su nombre al que bien le indicó su nueva fe, así que ahora se hace llamar Esther y no canta los viernes.
Su manager es israelí y ella se hace cuidar de un grupo de hombres fuertes ex miembros del Mossad. Los cabalistas lamentan que se presente en los lugares sagrados del judaísmo. Pero ella es Madonna. ¿Qué se creen los ortodoxos, para decirle a una diosa pop dónde debe posarse?
Hoy, viva, coleando y culeando como Dios manda, se conserva pura, fatal, otoñalmente punk, desafiante, provocadora, conversa. Está sentada en el mismo palco de la historia con Elvis Presley, los Beatles y Michael Jackson. En el panteón de los dioses forrado en raso blanco y neón.
Parecería que se casó con los hombres para vengarse de ellos, para cobrarles lo que siempre han hecho a las mujeres. Madonna fue violada. Con los años al recordar el suceso dijo que “había sido una experiencia muy educativa”. Guy Ritchie, su primer marido, tenía que pedir cita con su relacionista para verla, si contaba con suerte se la daban para la próxima semana. Sean Peen, su segundo y desafortunado marido, cuenta que en cuatro años de matrimonio jamás tuvieron una conversación real. Tiene tres hijos -dos de ellos biológicos y uno adoptado- y hoy espera que la justicia de Malawi le facilite los trámites para adoptar a la pequeña Chifundo.
Es un monstruo perfecto: disciplinado, hiperactivo, coreográfico, versátil, ambiguo, camaleónico, rotundo, taciturno, brillante, proteico. Puede ser Evita, puede ser una punketa, una dominatriz, una colegiala, una gitana, puede hacerse crucificar, salir vestida de novia, o con botas negras y látigo de puta holandesa, o darle un beso a Britney Spears.
Se llamó Louise Ciccone, después Madonna y ahora Esther. Su consigna:”Sé exactamente lo que quiero. Soy ambiciosa”.
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