uno más del clan de Babel
Los diálogos de las películas de Antonioni nunca fueron garantía de comunicación entre personajes, ni entre personajes y el espectador, y eventualmente, tampoco con el director.
Igual que en Bergman, Antonioni trabaja sobre emociones, con emociones, que elabora visualmente valiéndose de una gramática, que dicen, fue diseñada por él para él. Una gramática antigua, que privilegia para el cine el valor rotundo y autónomo de la imagen. A pesar de la vana y porfiada interpretación “culta” del cine de Antonioni que han hecho los “críticos”, el cine de Antonioni no es un programa, ni un modelo, ni siquiera un estilo, es algo distinto, un gran fresco de las emociones ordenadas y desordenadas de la sociedad italiana heredera del Mayo parisino. Antonioni tenía una preocupación muy acentuada, aún en su vida privada, acerca de cómo es que los seres humanos no nos comunicamos. Deberíamos hacerlo, tenemos lenguajes, codificamos y decodificamos, elaboramos símbolos en común, hacemos acuerdos signados. Pero ni aún así la comunicación concurre para lograr acuerdos universales y ciertos, pactos de especie, reglas éticamente inviolables para todos. El trabajo de Antonioni se ocupa de su propio demonio: la incomunicación, que se ve en la expresión truncada, apenas sugerida o detenida, en la alusión inconclusa, en la mirada sin acabar, en el corte impertinente y arbitrario. El quiere darle un sentido al efecto de la incomunicación. Claudia en La Aventura no puede expresar su amor con palabras. En Il Deserto Rosso, Giuliana sostiene una conversación con un marino desconocido en la que el hecho de que no se entiendan parece irrelevante. Blow-Up es una perfecta ilustración de cómo las palabras se substituyen por las imagines de las acciones captadas por un fotógrafo fortuito. El deseo de Antonioni de encontrar, ensayar, un sentido para la incomunicación, a veces toca lo absurdo. Pero no importa, como Fellini, tampoco él teme al ridículo. Sus personajes no pueden decir lo que sienten, no pueden siempre hacer explícita la emoción, tampoco siempre sienten lo que dicen. Antonioni, un miembro más del clan de Babel.
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