El hombre al que deprimían sus películas
Ingmar Bergaman nació en 1918, al final de la guerra. Su padre era un pastor luterano que lo castigaba dejándolo encerrado en el cuarto más oscuro de la casa. A los ocho años perdió la fe. “Soy un niño. Ya lo dije una vez: toda mi vida creativa proviene de mi niñez. Y emocionalmente soy un crío. La razón por la que a la gente le gusta lo que hago o hacía es porque soy un niño y les hablo como un niño”. Fue un hombre de seis mujeres y nueve hijos.
“Creo que es bueno estar en contacto con el niño que llevas dentro todos los días, en pequeñas proporciones. Poder enfadarte y caminar por la orilla del mar y gritar. Eso es bueno. Y si ves una gaviota mirarte mientras gritas, es maravilloso. De pronto conoces tus proporciones. Ahora tengo 71 años y he hecho muchas cosas pero no he podido hacer todas las que me gustan así que he decidido ponerme a ello. Empezaré leyendo. Quiero leer libros”.
El cine de Bergman es para ser visto y escuchado con el corazón y con las emociones. En teoría, no tiene mucho que ver con el intelecto. “Todo lo que he hecho en mi vida ha sido emocional y lo emocional se lo he entregado a mis películas. Pueden crear emociones para la gente que las ve y recibe. Pero no son mis emociones”.
“No soy un hombre de palabras. Las palabras me resultan muy, muy difíciles. He trabajado durante cincuenta años y nunca me he fiado de las palabras”. “Toda mi vida he pensado que los grandes escritores usan las palabras como un abrigo para sus emociones y a veces las palabras pueden ser muy enigmáticas. Estoy pensando en Ibsen o en Shakespeare. He luchado para comprenderles toda mi vida y cada vez que los leo el significado de sus textos cambia. Ser músico es mucho más simple”.
Abandonó la carrera de literatura por el cine. “No me siento escritor. Para nada. Me siento un hombre de teatro, de películas. A pesar de haber escrito toda mi vida porque escribí todos mis guiones e incluso he escrito guiones para otros, el hacer películas y hacer teatro me resulta más preciso que escribir porque tiene que ver con mis emociones y yo al público no podría dárselas directamente”.
Los Comulgantes (1962), Persona (1966) y Gritos y Susurros (1972) son las películas que Bergman consideraba las más importantes. “Cuando haces una película trabajas ocho horas al día para conseguir tres minutos buenos de material. En el cine no puedes arriesgarte a mostrar ni un minuto malo. En el teatro es más bien un proceso. Si no sale bien, intentamos mejorarlo y cada día sale mejor. Pero el cine es distinto”.
“Creo que es muy importante que el cine europeo se defienda del americano, aunque esto tiene mucho que ver con las distribuidoras, y hay tantas decisiones políticas por medio (…). Es horrible depender sólo de películas americanas”
“Los buenos directores, sobre todo los genios, tendrían que estar administrando sus sueños y ambiciones en lugar de estar sentados con políticos porque luego no les queda mucho tiempo para hacer películas y eso es peligroso”.
1 comentario
celene -
Gracias por compartirlo
¡Salud!