Pruebas de supervivencia
El 31 de julio va a ser un año que Fidel Castro renunció temporalmente a su cargo para entregarle el poder a su hermano Raúl. Fidel Castro podría estar muerto. Las pruebas de supervivencia conocidas, por sí mismas no alcanzan a sugerir que después de que fueron entregadas no haya podido morir. Bien se lo podría imaginar dando su última batalla como si fuera el Cid campeador. Una batalla, mucho más importante dentro de Cuba, que fuera de ella, como que se trata de la repartición de fuerzas para la administración futura del poder.
Fidel Castro no ha muerto. Las pruebas de supervivencia que nos lo han mostrado con Hugo Chávez, con García Márquez Fidel y con un burócrata del Partido Comunista Chino, Wu Guan Zheng, dan cuenta de su reposición, su buen semblante, su ganancia de peso corporal; de sudadera, con un ligero temblor en las manos, pero con sus facultades verbales intactas, aunque un poco cansado. Pero aunque el vitalicio sea un campeón del poder, probablemente la más grande libido de toda la fauna de animales políticos, eso no evitará que se muera, ni que sea inevitable preguntarse: ¿qué va a pasar con Cuba cuando eso suceda?
Si se conserva vivo, no embalsamado, podrían preverse dos escenarios distintos. Uno en el que se recupere y que nos sorprenda uno de estos días regresando restablecido a su cargo. Y otro, en el que aún conservándose vivo, la edad, las fuerzas ya no le den para un regreso, aunque llegase a vivir tanto como López. La hibernación de la figura del poder tendría otras consecuencias probablemente no predecibles hoy.
Todas las fuerzas, a favor y en contra del régimen, de fuera y dentro de la isla, están tensadas, expectantes, a la espera de lo que inevitablemente va a pasar cuando el hombre se muera. Para el gobierno, más que para el mismo pueblo cubano, se cierne la mayor amenaza, porque una vez muerto, todas las tendencias, las del partido, las de los medios, las del ejercito, las de la sociedad civil, las del exilio, y las de la comunidad internacional, se desatarán para ir por lo suyo, para quedarse con la mejor parte, para comenzar una nueva repartija, que dará lugar, para bien o para mal, a otra Cuba.
Fidel en vida, es el punto de equilibrio entre las tensiones encontradas que se han acumulado en casi cincuenta años. A él se debe la contención exitosa de las fuerzas contrarias, a él el experimento victorioso, aún con todos los costos innegables. Una vez desaparecido el equilibrante político del poder en Cuba, pasará como con el estalinismo en Rusia, que evitó que las contra tendencias emergieran y dieran al traste con el experimento, durante más de setenta años, hasta cuando la furia pacífica de la Perestroika se desató al extremo apenas concebible de los hechos desencadenados, que conllevaron el fin de la Unión Soviética.
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