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Alberto Rodríguez

Lo que queda del día

Lo que queda del día

 “La democracia es algo de otras épocas. El mundo actual es demasiado complicado para depender de antiguallas como el sufragio universal o esos parlamentos donde los diputados discuten eternamente sin decidir nunca nada. Son cosas que podían estar muy bien hace unos cuantos años, pero no ahora”.

 Es un libro lento, lentísimo, a la mejor manera de las novelas clásicas, contado a saltos en medio de un viaje, con la técnica del flash back, que le da un ritmo sosegado y vivo.

Es una novela en la que se explora la condición humana de la figura del Mayordomo y su contraparte, el Señor, la nobleza británica de la entre guerra. Exhibida de cuerpo entero en la cita del comienzo.

El Mayordomo es el esclavo ideal del siglo XX, de levita y perfectas maneras de trato. Un personaje que se debe al servicio del Señor, y por tanto no delibera sobre su condición de mayordomo. Es algo que da por sentado y que confirma con lealtad, servicio y entrega. Un esclavo de librea, de 24 horas para su Señor, al que interpreta como su autoridad. La autoridad viene del Señor, como en los viejos tiempos, cuando se entregaba la vida al arte del buen servir a los reyes.

El señor Stevens reúne las condiciones ideales para ser el Mayordomo de Darlington Hall, bien sea bajo el antiguo Señor, o un norteamericano que compró la heredad, los únicos capaces de comprar una casa condal de la aristocracia sureña en Inglaterra. Hijo de mayordomo, célibe, más parece un autómata educado y perfecto que se mueve en función de lo único que conoce, la casa de su Señor.    

Hay tres líneas de trama en la novela que se cruzan con gracia desde las evocaciones fragmentadas que hace el señor Stevens, a medida que recorre en un viaje en el Ford del nuevo dueño de la casa, por el camino que conduce a Cornualles.

La línea del Señor, que representa el poder de la casa. El mayordomo probablemente sea la degradación extrema de la figura del consejero de la corte. El Señor es tan importante, como para haber reunido en su salón, al primer ministro, al ministro del exterior y al embajador alemán Ribbentrop, personalmente atendidos por el Señor Stevens.

La segunda línea de la trama, es la preocupación fundamental del Mayordomo, el asunto de la dignidad del oficio. ¿En qué consiste la dignidad de un mayordomo?  ¿Es algo más allá del cumplimiento del deber o se agota en él? Algo que le preocupa todo el tiempo y se lo pregunta de manera insistente. Entre los mayordomos hay rangos sociales, según al señor a que se sirve, lo cual hace que la pregunta por la dignidad revele la trasescena de poderes en la sociedad de los sirvientes, en la que él es el Señor. El asunto interesante, viene a ser que Ishiguro juega narrativamente con la dialéctica del amo y el esclavo y pone a Stevens en medio de las dos dignidades. La pregunta que presagia, que no termina de hacer, es si ha sido digno de su Señor; él no pregunta por la dignidad que no se debe más que a sí mismo. 

Hay un pasaje hacia el final del tercer libro; tercer día por la tarde, que muestra de manera concentrada, en una escena perfecta, la naturaleza de la relación del Señor y el Mayordomo. "Entonces mi señor me dijo:Acérquese un instante, Stevens, se lo ruego. Mister Spencer tiene algo que decirle.

El caballero en cuestión siguió observándome unos minutos sin cambiar siquiera la pose algo lánguida conque estaba instalado en el sillón. Y acto seguido dijo:

-Verá, amigo, tengo una pregunta que hacerle. Hemos estado discutiendo sobre un problema y necesitamos ayuda. Dígame, ¿considera que la situación de la deuda con respecto a América constituye un factor significativo del bajo nivel actual de los intercambios comerciales? ¿O cree que se trata sólo de una teoría errónea y que la auténtica raíz del problema es el abandono del patrón oro?

Como es natural, me quedé bastante sorprendido; sin embargo, comprendí rápidamente cuál era el quid de la cuestión. Estaba claro que esperaban que me sintiese totalmente perplejo ante la pregunta. De hecho, durante el rato que tardé en darme cuenta y en encontrar una respuesta adecuada, es posible que exteriormente diese la impresión de estar en Babia, ya que noté que se sonreían entre ellos con gesto divertido.

-Lo lamento, señor -dije-, pero es un problema en el que no puedo ayudarle.

En aquel instante, había conseguido dominar la situación; sin embargo, los demás caballeros siguieron riéndose disimuladamente. Mister Spencer prosiguió:

-Entonces quizá pueda sernos de ayuda en otro problema. ¿Cree usted que la situación monetaria de Europa mejoraría o empeoraría en caso de llegarse a un acuerdo militar entre franceses y bolcheviques?

-Lo siento mucho, señor, pero es un problema en el que tampoco puedo ayudarle.

-¿Cómo? -exclamó mister Spencer-¿Tampoco puede ayudarnos en esto?

Volvieron a disimular sus risas hasta que mi señor dijo:

-Está bien, Stevens. Puede retirarse".

 Y la tercera línea, la relación entre el Mayordomo y el Ama de llaves, Miss Kenton. Es ella una mujer estoica y menuda, quien cumple funciones en propiedad, la interlocutora principal del Mayordomo, como decir el director de la orquesta con el primer violín. Es ella quien le anuncia que su padre ha muerto en el cuarto piso, en una de las habitaciones pequeñas de la cervidumbre, a lo que Stevens responde: Señorita Kenton, sabrá usted disculpar que no atienda el asunto de inmediato, estoy a cargo de los invitados del Señor.

Kasuo Ishiguro, un maestro de la trama y el character.

El viaje de Stevens en el auto de su Señor, tiene una finalidad, el encuentro con la antigua Miss Kenton, ahora mistress Benn, muchos años después de que ella hubiera abandonado la casa, a pesar de que lo único que quería es que el Señor Stevens, heterosexual hasta donde es de suponer, se hubiera fijado un poco en ella. 

1 comentario

Rosa Nieto -

El autor nos muestra a un ser que hizo de su profesión una especia de esclavitud, aun a costa de dejar a un lado su propia vida. Ishiguro con ascendencia japonesa, nos lleva de la mano a las profundidades de la flema inglesa.