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Alberto Rodríguez

La desglobalización patriótica

La desglobalización patriótica

Si Mr.T quiere sostenerse en la oficina oval, aun cambiando la bandera de los Estados Unidos por la del imperio Trump, va a necesitar cumplir con su gran promesa de campaña: el pleno empleo. No de otra forma cumple a sus electores, los que le dieron el triunfo en los estados desindustrializados del norte. No de otra forma puede hacer grande a América otra vez. No de otra forma prueba que puede negociar persuasivamente a favor de la mayoría blanca a la que pertenece el país. Si el horripilante grito de campaña, “volvamos al pasado” tuviera un referente, ese sería el de esa América que fue grande un día cuando más se acercó a la realidad del pleno empleo, siguiendo las recetas de Keynes. La Big América de los años cincuenta, la feria del empleo, el crédito y el consumo. 

El “pleno empleo” es una idea muy británica, sospechosamente perfecta para no serlo, que consiste en la equiparación teórica de la demanda y la oferta de trabajo traducida en la capacidad de compra de los salarios reales que mueven en un acto de compra continuado la economía. Cuando todos están en capacidad de comprar, porque todos tienen empleo, la industria se maximiza, aumenta el ahorro privado, el ingreso per cápita y la capacidad de inversión pública. El país de Jauja. 

Así que si para concentrar la oferta de trabajo entre las mayorías blancas es necesario un plan de choque anti inmigración, será necesario proceder, con tanta o más decisión que Obama. Hoy mismo, Mr.T ha dado la orden de comenzar a construir lo que falta del muro en la frontera mexicana: un “meridiano de sangre”. Y así mismo, ha dispuesto que 5000 nuevos hombres refuercen la vigilancia de frontera.

Tras el colapso capitalista de la década de los treinta la economía norteamericana prácticamente se sostuvo entre 1930 y 1940 en una tasa oscilante de desempleo alrededor del 25%. Una cifra que vendría a mitigarse con la generación de empleos que ocasionó la entrada a la segunda guerra de USA, en la que se gastaron los norteamericanos, en dólares del 2000, 3.4 billones.

Para 1950 el desempleo se había reducido a 3.6. Durante la década de los cincuenta ascendió a 6.0 (diciembre 1960). Durante la siguiente década tuvo oscilaciones que dejaron la tasa en 5.6 (diciembre 1970). La década de los ochenta trepó al final a  6.9. Y de ahí en adelante fue descendiendo hasta el final del siglo durante el mandato Clinton, que dejó la tasa en 4.2. El record de creación de empleo lo tiene él, 22.4 millones de empleos. No obstante al terminar el siglo se llegó a un pico alto de desempleo alrededor del 10. Con Bush desciende pero solo para cobrar la fuerza de debacle, en condiciones de tormenta perfecta, tan perfecta como el keynesianismo, que reventó en el crack de 2008, que le toca capotear a Obama. Cuando recibe el gobierno de Bush en 2009,  el desempleo había llegado al 9.3 Bush prácticamente no creó empleo, durante sus dos mandatos no pasó de 2,6 millones. No pudo crear empleo a pesar de tener una guerra en Irak y otra en Afganistán.

El reto de Donald es darle empleo al 5% de la población económicamente activa que hoy está desempleada, llegar al punto de equilibrio de oferta y demanda laboral. Obama le deja la tasa de desempleo más baja desde el 2008, 4.9%. Pero además, y es el verdadero reto, crear en su primer mandato diez millones de nuevos empleos que activen el aparato productivo norteamericano, que todavía y a pesar del trabajo de Obama, está lejos de reponerse.

La pregunta es, si con un modelo de economía cerrada, proteccionista, que obstruye los acuerdos multilaterales, que propicia la guerra de precios, en commodities y servicios, que baja los impuestos corporativos, que en vez de abrir el mercado, lo desglobaliza, Mr T podrá crear diez millones de empleos, en épocas en la que la  tecnología está aboliendo puestos de trabajo. Cuando la esperanza de vida está disminuyendo (en 2016 por primera vez en veinte años) entre las mayorías blancas y el índice de suicidio en la misma población aumenta. Es muy probable que con la reversa al Obamacare, Mr.T termine jodiendo a muchos de sus propios electores. Con un antecedente problemático de concentración de la economía, para el cual Mr.T no tiene fórmula: la redistribución de la ganancia social en la reindustrialización pasada y el pleno empleo. Durante la “recuperación financiera” de la crisis del 2008, el 91% de las ganancias fueron a parar a los bolsillos del 1% de los propietarios.

Donald tendrá que cumplir la única promesa de campaña que tal vez no pueda cumplir, la más importante, y que no saca adelante mediante una directiva presidencial. El empleo está en el cruce metropolitano de todas las variantes de la economía. Es un juego social demasiado astuto, aun para el hombre de la corbata roja, cuya astucia supera su inteligencia.

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