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Alberto Rodríguez

La guerra y la paz: dos negocios

La guerra y la paz: dos negocios

Domingo electoral. Declaraciones de cajón. Caras largas. Entusiasmo patriótico. Cifras incuestionables. Y lo más importante, tres semanas más de arreglos políticos, por encima y por debajo de la mesa. Y naturalmente, trabajo para los hackers.

El triunfo de Monseñor Uribe, a través del Contador Zuluaga, fue vaticinado por algunas encuestas. Los nueve millones y medio de votos de Santos en el 2010, eran el capital político de Monseñor. Es algo menos que ridículo, que hoy toda la Unidad Nacional no le haya ganado. Serpa no le ganó a Zuluaga en Santander.

Hoy en la contienda electoral participaban: el candidato de Monseñor Uribe; su candidato del 2010; su candidato a la alcaldía de Bogotá 2012 y su ex Ministra de Defensa. Uribe, como dios, parece estar en todas partes. Todos han tenido que ver con él. Hasta fue novio de Clara López.

Y que no se diga que Santos no hizo todo lo que había que hacer. Repartió hectáreas de mermelada de papaya, con énfasis en la costa, que terminó absteniéndose. Y a las Farc, les aceptó una declaración escrita en la que hacen constar que el negocio se acabó. Pero ni la gestión ni el proyecto de paz le dieron para ganar, como si el país no le creyera, al menos el país votante.

El fenómeno Uribe es un sustrato de toda la política que se hace en el país; o se está con él, o se está contra él. Y sobre esa tensión constante, se configura el perfil de la acción política electoral. Monseñor dice no oponerse a la paz. La condicionarán, los uribistas en el poder, al punto que podrían estrangular el proyecto y poner fin a la mesa en La Habana, para regresar a una costosa confrontación sin fin, la única en el hemisferio.

La guerra es un negocio. La paz también lo es. En el fondo las grandes diferencias políticas, giran en torno al cambio de modelo de negocio. La misma diferencia que enfrentó a los empresarios en USA, los que tenían sus intereses puestos en la guerra de Vietnam, y quienes los tenían en el fin de la guerra.

Lo que se viene es una redistribución de los votos de las fuerzas eliminadas  en la contienda, cuyos resultados se conocieron hora y media después de  cerradas las urnas. Supongamos en un ejercicio perfectamente ideal, en el que el abstencionismo disminuye y el voto en blanco crece y las dos únicas fuerza políticas fueran las de Doña Clara, que se los pone intactos a Santos, y la de Doña Martha Lucía, que se los pone intactos a Zuloaga. La segunda vuelta la ganaría Z. En condiciones reales ¿qué pasará con el millón de Peñalosa? Claudia López dijo hoy, que los Verdes no van a ir a hacer cola detrás de los ñoños y los musas, para que Santos los corteje. Y en el debate en Caracol, Peñalosa dijo que no apoyaban a Santos, que apoyaban un proceso de paz. En términos ideales, ese millón de votos, para dónde va a coger.

El cálculo para el siguiente domingo electoral, aceptando que una cantidad de votos no son endosables, podría indicar una misma tendencia electoral, alrededor de un punto que inevitablemente surca toda la agenda electoral: la guerra o la paz.

El próximo domingo electoral los colombianos vamos a votar por dos males. Parece ser la maldición de la democracia, que marca a todos los hijos, de los hijos, de los hijos, de un país desventurado, “sin remedio” y “sin perdón”.     

1 comentario

Johnny Delgado -

Es tan importante el derecho a la paz y por ende a la vida que debe uno sentir algo de repulsión en votar por Santos pero en este momento como dijo Fidel Cano: "La patria por encima de los partidos".Estar indiferente es permitir la refundación de la patria uribista con su halo de terror, corrupción y cinismo.