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Alberto Rodríguez

El ladrón de palabras

El ladrón de palabras

 Al menos cinco periódicos de USA la decapitaron en el 2012 cuando se estrenó: divertida sin intención (New York Post), sosa y obvia (USA Today), coja, incapacitada para conectar (The Washington Post), poco original (Houston Chronicle), los actores han quedado atrapados en un material plano (New York Daily News). Se trata de una película originalmente titulada “Worlds”, que en español se dio a conocer con un nombre que aunque literal - El ladrón de palabras -, resulta más sensitivo que si se hubiera traducido como “Palabras”.

Voy a defender la película de Brian Klugman y Lee Sternthal, codirectores y coguionistas. Un film que posiblemente no fue hecho para divertir. A no ser que los periódicos norteamericanos crean que la tragedia divierte. Tal vez sea poco original. Los originales de un inédito se han perdido muchas veces, y no pocas veces se han dado suplantaciones literarias. Y tampoco es inusual que un buen escritor haga libros que nadie edita, y que no sea capaz de escribir más. Pero lo que más cuenta en la historia – desde el punto de vista de la pretendida originalidad – es la forma como se cuenta, el dispositivo narrativo para referir una historia de escritura.

No sería extraño que alguien encontrara en los laberintos circulares de Paul Auster y en los finales ácidos de Woody Allen, el mismo aire con que Worlds se deja invadir. Un maletín, tal cual lo usaba Hemingway en los años treinta, se pierde con el original - camuflado en uno de sus pliegues - de una novela parida en cuestión de semanas, con la misma ira conque escribía Celine y la misma contenta desfachatez con que lo hacía Henry Miller.

Son tres historias en círculo. La primera la de un escritor más o menos detestable, que hace una lectura pública de la novela que está promocionando. Que trata de un segundo escritor que escribe una novela que nadie publica, y que cae en una situación crónica de bloqueo; que a su vez encuentra en un anticuario en París, el maletín con el original de la novela (que sea poco creíble que el original haya permanecido cuarenta años en el maletín, habrá que aceptarlo como indulgente pacto de verosimilitud). La novela ha sido escrita por un soldado pobre, angustiado, con una hija enferma, que la mujer se lleva tras abandonarlo. Una novela de alguien que nunca ha escrito una novela, pero que es capaz de sacar del corazón y de las tripas el aliento con que le da una fuerza demoledora.

En la supuesta novela que se está presentando se narra el encuentro del autor de la novela y del “autor” que después de encontrarla, la transcribe a su nombre y logra que se publique. Se encuentran en un diálogo lento, sosegado, revelador, trágico, en el que el “autor” se ve completamente descubierto por el autor, un hombre de más de setenta años. Ha venido del pasado, a un presente en el que encuentra su obra publicada, haciendo exitoso a un hombre que no puede escribir.

Es una película de autores que entran en un círculo de dependencias y vicisitudes en el que la trama se enriquece, enredando los hilos del tiempo de la escritura, dos pasados, uno remoto, otro cercano, en un presente, en donde ya no es posible tener certeza de la autoría y la suplantación, cuando el círculo se cierra abriéndose al plagio del plagio.

    

1 comentario

Silvia -

Habra que verla Albertico! Abrazos.