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Alberto Rodríguez

La teta asustada

La teta asustada

Panamericana y Carrefour impidieron poner a la venta la edición 75 de la revista Arcadia porque le dio portada a Orlan, la artista francesa, que aparece con una tética al aire, envuelta entre telas, como si fuera una monja y coronada de virgen. Se trata de una foto de hace 30 años. Una foto que se ha paseado por museos del mundo. Es morbosa la prohibición, un acto más reprobable que la publicación que pretende condenar. Se lleva por delante el arte, el derecho a la expresión, el derecho a divulgación, el derecho a ser informado. Se lleva la cadena de libertades individuales más caras de la democracia. Una tética lánguida, chiquita con un pezoncito insignificante,  como el de una muñeca. Los administradores de las tiendas le han echado la culpa de los padres de familia. De ser cierto cabría preguntarse ¿en manos de quien están los niños? Condenan una tética pero aplauden en privado la corrupción y el paramilitarismo.

Y otra vez el cura Córdoba, pariente de los áfidos, el santón moral de la iglesia católica colombiana. Ha sido objeto de una demanda necesaria, encabezada por Felipe Zuleta Lleras, abogado y periodista gay, que instaura la querella por discriminación.  No se le ve bien a Córdoba criticar con acritud a los homosexuales, cuando la iglesia está llena de ellos. Además si es cierto que son enfermos, como él dice, cómo justificar la discriminación contra ellos. Ignoro cuál sea la orientación sexual de su eminencia, pero me parece tan homofóbico que pensaría uno que es un maricón vergonzante. Pero más grave que llegara a ser así, lo cual no nos incumbe,  es que moralmente se sienta en condiciones de llevarse por delante los derechos constitucionales. No hay ningún argumento contra los derechos. Si se lo encuentran culpable, como deberá ser si se obra en derecho, Córdoba se irá a la cárcel hasta por doce años. Se le podría dar closet por cárcel.

Hace un par de semanas una pareja gay se besaba en el centro comercial Cosmocentro en Cali. Al celador no le gustó y los sacó. Una semana después la comunidad GLBT respondió con una besatón. Cientos de parejas se besaron durante treinta minutos en el mismo lugar. Los celadores no alcanzaron para sacarlos a todos. El caso conocido por Derechos Humanos ha sido oficialmente reconocido como violación al derecho. Hasta ahora no hay una disposición que impida besarse en público. Faltaba más que fueran a suprimir las expresiones amorosas, y solamente se toleraran las violentas. ¿Entonces por qué un celador amparado por el administrador se toma por la fuerza el derecho a sacarlos? ¿Por qué eran gay? Si fue por eso, arremetieron contra los derechos. Lo que hace posible que una pareja heterosexual se bese en públicos, es lo mismo que hace posible que una pareja homosexual lo haga, el derecho, lo contrario a la discriminación.

Un país que condena téticas, gays, besos púbicos, debe estar muy enfermo. Un país mal tirado, plagado de estupradores, de padres que matan hijos, en el que alguien condena una tética y un beso, ha enfermado sin remedio.    Ni los administradores, ni algunos políticos, ni las sotanas de la cúpula, quieren tomarse en serio los derechos. Por lo pronto deben quedar notificados que la sociedad civil no está dispuesta a que amparados en la moral, el dogma o los valores de familia, los censores sigan actuando como violadores de la constitucionalidad.

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