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Alberto Rodríguez

La conexión cubana

La conexión cubana

Pasado lo que ha pasado en Túnez y en Egipto, y lo que está pasando en Yemen y Jordania, y en el Irán del sátrapa persa de los sacerdotes, Ahmadineyad, ninguna dictadura en el mundo puede estar tranquila. Los blogueros y los hackers – los sangrefría – han conformado un frente en red contra todas las dictaduras, de cualquier color, olor y sabor. Desde las más sangrientas hasta las más democráticas. 

Los Castro parecen haber comprendido la lección, como debería comprenderla Chávez, la Señora K, Bouteflika, Salhi y hasta el rey Abdalá. Podría creerse que comprendieron, dependiendo de cómo se interprete el que el pasado martes 8 de febrero, más de 100.000 personas que leen a Yoani Sánchez, recibieran la noticia. “¡Puedo ver mi blog!” dijo la bloguera.

Los Castro levantaron súbitamente la censura que pesaba contra el blog de Sánchez y de centenas de blogueros cubanos, a los que el régimen ya no tiene cómo controlar. La oposición virtual, que es el fenómeno nuevo, radical, que logra resultados con una celeridad fuera de cualquier escala conocida en los procesos sociales de cambio, no puede ser controlada por ningún régimen, por ningún servicio de inteligencia, con ningún arma convencional. Nadie controla el flujo de opinión, la información independiente, los ataques virtuales, las unidades de “anonymous”. Las dictaduras del futuro buscarán tener más blogueros y más hackers que la oposición. Los frentes de guerra estarán en cada habitación.

 Hay factores que podrían explicar lo que acaba de pasar en Cuba, que calientan el caldo de cultivo, las condiciones dadas, como las había en Túnez y Egipto, y como las hay en Yemen y Argelia, que no son las de Irán, ni las de la China o Corea del norte. La llegada, por ejemplo,  a una playa de Siboney, en Santiago de Cuba, el mismo martes, de un cable de fibra óptica que conecta la isla con Venezuela. La conexión multiplica por 3.000 la velocidad de transmisión de datos, lo que automáticamente priva a los Castro del argumentó con que justificaron que el Internet estuviera solo al alcance de los privilegiados – burócratas, militares y científicos - y claro de los turistas, los que dejan dólares en Cuba. Solo 14 de cada cien cubanos tienen acceso a la red.

Algo sintomático fue la difusión intensa a través de las redes sociales, el mismo martes, de un video del Ministerio del Interior, de casi una hora, en el que un experto en nuevas tecnologías, agente de inteligencia, explicó la estrategia imperialista de invasión virtual a la isla, lo que él llamó la “lógica del imperio”.  Alertó sobre la guerra cibernética que se cierne sobre Cuba, llamó a defender al régimen de los “mercenarios digitales”, como Yoani Sánchez y el ejército de blogueros del frente.

La respuesta del frente, el mismo martes, fue penetrar en un ataque rápido, el sistema del Ministerio del Interior cubano. El golpe definitivo. Los sangrefría pueden meterse a cualquier sector, pueden bloquear las páginas, pueden sacar información, pueden contaminar la red y pueden denunciar. Como se metieron en enero a las páginas del Ministerio de Finanzas de Zimbabue o a todo el sistema oficial en Túnez. Los secretos de Estado ya no lo son tanto, como los dictadores quisieran.

En Túnez y en Egipto las dictaduras fueron derrotadas en Internet antes que en las calles. Una lección que ningún gobierno del mundo debería pasar por alto.

En el frente, los blogueros ponen la opinión y los hackers la tecnología. Los dictadores terminan poniendo la cabeza.

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