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Alberto Rodríguez

La Universidad de Harrison prohíbe el uso de Facebook y Twitter

La Universidad de Harrison prohíbe el uso de Facebook y Twitter

La Universidad de Harrison prohíbe el uso de Facebook y Twitter

Harrison prohibió el uso de Facebook y Twitter a todos sus estudiantes durante una semana. Que una medida tan antidemocrática tenga acogida en la academia no es extraño, pero que sus consecuencias se promocionen como exitosas, nos está diciendo que debemos estar muy enfermos.

Las consecuencias de una exposición conectiva permanente a las redes sociales son variadas: la atención se fracciona, solo valen las cosas rápidas, tensiona la movilidad del usuario en  la autopista, reduce la capacidad de aprendizaje. Las relaciones personales se hacen parasitas de las relaciones en red, se buscan, se promueven, se conectan personas, se intercambia información búmeran contra la privacidad. Se hacen fotos solo para ponerlas en FB. Y lo más grave, causa trastornos del sueño.

El principal trastorno del sueño es el llamado “error de memoria”. Represión liminal lo llaman los psicoanalistas, esos maravillosos culebreros de los signos, tan desprestigiados hoy. El problema no es que no se sueñe, siempre se sueña. El problema es no recordar, no poder agarrar por la cola al sueño al momento de despertar.  

El sueño es el resultado de un inconsciente narrativo que jamás descansa, se queda prendido mientras dormimos. Los surrealistas vieron en él al todo revuelto, toda la inmundicia heredada de la especie, los mitos, esas cosas que sobrevuelan por entre los pabellones de los “sueños de la razón”, que según Goya producen monstruos.  

La Universidad de Ciencia y Tecnología de Harrisburg, en Pensilvania, quiso saber qué pasa cuando se inhibe la exposición. La mayoría de los 800 estudiantes que participó del proyecto y cumplió con los siete días de prohibición, llegó a la conclusión de que las redes son adictivas. Cosa que bien sabíamos.

  Eric Darr, decano de la facultad, citó un caso, el de un estudiante de ingeniería que permanecía en Facebook 21 horas diarias. Mientras dormía dejaba el equipo prendido. Algo más adictivo que el sexo, que la heroína, o que el dinero. "La mayoría de los estudiantes se comportó como los fumadores que se escapan de clase a fumar". "Querían escabullirse todo el tiempo para ver sus smartphones".

Terminado el experimento todos volvieron a la red. Las ventajas de la desconexión no son tan fuertes como las ventajas de la conexión. El ejercicio sirvió para que toda la gente de la universidad pensara en que una cosa como FB, pueda llegar a tragarse a alguien con mediana imaginación, con apenas una leve intuición del tedio.

No es el resultado de ningún estudio. Es una hipótesis seductora: el tiempo corre más lento durante la desconexión. Debe en consecuencia existir un antecedente entre aprendizaje y velocidad. Una máscara del tiempo y la memoria, bajo la cual también está face book.  

 

 

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