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Alberto Rodríguez

¿El que encuesta elige?

¿El que encuesta elige?

La popularidad de las encuestas electorales ha crecido en la medida de sus aciertos. Si regular y significativamente fracasaran en vaticinar los resultados, nadie les creería, y se habrían dejado de hacer. Si se revisa la historia de las anticipaciones confirmadas en la realidad política colombiana, las encuestas aciertan en promedio entre el 80% y 90%.

La popularidad ha convertido las encuestas es un arma de direccionamiento, independientemente de que tal sea o no la intención de quienes las hacen. Los candidatos dejaron de actuar para la gente y actúan para las encuestas, tanto los que creen en ellas, como los que descreen.

La gracia de las encuestas es que con tecnología puedan deducir acertadamente, de universos muy pequeños – por lo cual la mayoría de gente bien pude quejarse de que nunca la han llamado –tendencias acertadas. El efecto perverso de la anticipación política tecnificada, es que el lugar que un candidato ocupe en el rango de favorabilidad de las encuestas, induce la movilidad de la intención de voto.

Es cierto, en Colombia no se vota por programas, no se vota solo por prebendas, tampoco por el glamour de los candidatos, sino y también, por el marcador de las apuestas electorales que indican las encuestas. Una posición desfavorable en las encuestas puede hacer migrar los votos bobos y útiles, disuadir a muchos electores a no votar, por considerar que el voto se pierde. O al revés, hacer migar el voto hacia candidatos con perfil de ganadores, para asegurar ventajas anticipadas, negociaciones posibles, favores mutuos.

También es cierto que en Colombia ha campeado la política de “votar a ganador” o “votar en contra”. En tal caso las encuestas no harían otra cosa que argumentar cuantitativamente respecto al curso migratorio de la intención de voto.

Los candidatos que van ganando, asumen dos posiciones respecto a las encuestas. Mockus se siente alentado, reconocido, les da credibilidad, y se apoya en ellas, para decir con tufo triunfalista, “vamos a ganar en primera vuelta”. Santos, apelando a la humildad – tan falsa como todo lo de él –dice que no le importa que las encuestas lo muestren de primero, ellos en la U seguirán trabajando como si fueran los últimos.

Y el resto de los candidatos ha tenido que ser más creativo. Cada uno ha tenido que inventar una teoría sobre las encuestas, para explicar su desastroso desempeño en ellas, cada vez que les preguntan por los resultados, mucho más que lo que les preguntan por sus programas. La de Petro es: si la medición técnica de la favorabilidad programática se descentralizara, el resultado en las encuestas triplicarían sus actuales resultados. Noemí no alcanza a elaborar una teoría, dice que no hay encuesta que valga, distinta a las urnas. Las agencias encuestadoras no tienen razón de ser. La teoría Pardo, es que no hay correspondencia entre las encuestas y lo que él ve en las calles, el desfase de universos representativos no le permite creer en ellas. Una teoría que se deshace en le caso de las votaciones directas de favorabilidad en Internet, que hoy dan empate técnico entre Antanas y Mockus. Vargas Lleras tiene la teoría que son contradictorias porque son manipuladas, o al revés. Sin embargo, si se revisan las cinco encuestas grandes, las de los encuestadores reconocidos, no se ven contradicciones por ninguna parte. Todas coinciden en que la primera vuelta será entre Antanas y Santos, y que en la segunda vuelta gana Antanas. Todas son coherentes, ninguna dice que Vargas Lleras le gana a Noemí, o que vaya a ir a la primera vuelta.

¿El que encuesta elige?

 

 

 

 

 

 

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