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Alberto Rodríguez

Orlando y la primavera negra

Orlando y la primavera negra

En Cuba torturan el gobierno norteamericano y el gobierno cubano. La doble moral política del liberalismo continental, le permite  hacer gestos parciales de señalamiento. Pero o denuncian y combaten las torturas de cualquier bandera, o se hacen cómplices.

De Orlando Zapata Tamayo solo quedan dos fotos. Una en blanco y negro, formato carnet, y otra, colectiva, tomada durante uno de los nueve ayunos que emprendió, en la que no mira a la cámara.

El viernes último, Zapata había recibido diez años más de pena por "desacato y desórdenes en establecimientos penitenciarios". El tres de diciembre inició su último ayuno en la Kilo ocho de Camagüey, reclamaba "los mismos privilegios que Fulgencio Batista le dio a Fidel Castro cuando estuvo preso en el Modelo".

En Esquina Caliente, el recodo del Parque Central en la Habana, se discute con todo el calor deportivo de los cubanos sobre béisbol, y solo sobre beisbol. Cualquier otro tema es sospechoso. Zapata Tamayo, un plomero negro, llegó esa tarde a Esquina Caliente, muy caliente, estaba indignado. Era miembro del MAR (Movimiento alternativo republicano), un grupúsculo nacido en el 2002, por más señas, pacifista. Orlando había ido a quejarse de "lo mala que está la cosa" caballero. Era el seis de diciembre del 2002. Una hora después de que habló, dos agentes de la policía política lo detuvieron. Se le imputaron automáticamente cargos por desacato y desobediencia y lo encerraron en Guanaja.

Salió en libertad condicional el 7 de marzo del 2003. No bien Orlando estuvo en las calles se comprometió con una jornada de “ayuno opositor”. Pero la Primavera Negra abrió su boca y se lo tragó. Fue enjuiciado con diez y ocho ayunantes más y condenado a tres años de prisión el 18 de mayo de 2004.

Había nacido el 15 de mayo de 1967, el año "del Vietnam Heroico", en Banes, donde lo enterraron ayer. En la Habana sufrió la persecución al emigrante de las provincias orientales. Siempre fue un preso difícil. Aún en condiciones extremas se resistió, se opuso. Igual que los primeros comunistas en la revolución del treinta contra Machado, o los miembros del Directorio Revolucionario en los cincuenta.

El primer ayuno en prisión – como el de los monjes en Buda Blues – hizo que el Estado le subiera la pena de prisión a 36 años. En abril del 2004 por defender el derecho a la posesión de unas revistas, le propinaron una golpiza que casi lo mata. El Coronel Wilfredo Velázquez, de la Minint, volvió a golpearlo a comienzos de 2005 cuando fue trasladado a la prisión Taco-Taco en Pinar del Río. Entonces declaró su segundo ayuno.

Hay algo que a un prisionero torturado no le pueden impedir, dejar de alimentarse por vía convencional. No le pueden evitar auto torturarse, hasta morir. La muerte por ayuno es un señalamiento, el último que se puede hacer, por eso lo brutal. Se podría creer que Zapata estaba buscando suicidarse para evitar la tortura. Pero también se puede  creer que Zapata estaba haciendo gandhismo: resistencia pasiva y huelga de hambre. Las armas de la paz.

En las cárceles de Cuba existe una organización no oficial de presos-sicarios que trabaja para la dirección de prisiones, para sus directores, para el Estado, para los Castro. Se encarga, de acuerdo a órdenes precisas de ejecutar el trabajo sucio contra los presos políticos. Actúa como unidades paramilitares carcelarias. Una de las muchas golpizas que Zapata recibió se la dieron dos paramilitares, reos comunes, Mayarí y el Potrico, al que en premio le extendieron a 72 horas la visita conyugal.

Thierry Mariani, un diputado francés "padrino" internacional de Zapata, se dirigió a Jacques Chirac y a René Mujica, encargado de negocios de Cuba en París, por el caso Zapata. Ni Francia ni Cuba respondieron. Hermetismo políticamente correcto.

Bajo los efectos extremos del debilitamiento, la dirección carcelaria lo privó de agua durante 18 días. Si lo que quería era suicidarse, las autoridades le dieron los primeros auxilios. Mientras agonizaba, tras setenta días de ayuno, fue trasladado al hospital de la Prisión Combinado del Este en La Habana, donde no le hicieron nada. Falleció el 23 de febrero en el hospital de los Hermanos Ameijeiras.

Según la madre de Zapata, el oficial de la policía política que le dio la noticia a la familia dijo: "Les tengo una noticia buena y una mala: la buena es que está en el hospital Ameijeiras; la mala es que se está muriendo". La madre ha dicho a través de medios que se han filtrado, que el de su hijo es un crimen intencionado de Estado. Un crimen político, anunciado, con el que el régimen de los Castro, recibe al caballero Lula da Silva.  

Que silencio continental más criminal el de todos los gobiernos liberales de América Latina. Ya enterrado Zapata bajo un aguacero – como Mozart - en el cementerio de La Guira, ninguno ha sido capaz de señalar directamente a los Castro por criminales, por los procedimientos en sus prisiones políticas.

"Lamento profundamente que una personas haya muerto por una huelga de hambre", dijo Lula. Como se lamenta la muerte de cualquiera, en cualquier parte, con exigua piedad. Como se lamenta el deceso de una anoréxica. Como si sus anfitriones no fueran los causantes del ayuno forzado. ¡Lula eres cómplice! Medio centenar de presos políticos cubanos pidió a Lula el fin de semana pasado, en una carta abierta, que intercediera ante los Castro. Lula se limitó a decir que no le había llegado "ninguna misiva".

El General Castro dijo, a un reducido grupo de periodistas que accedió, lo mismo que Lula, pero agregó que era culpa de los Estados Unidos. Si los norteamericanos levantan una base carcelaria en Guantánamo para torturar, por qué los Castro, que manejan la mayor parte de la isla, no podrían continuar con la misma práctica, utilizada desde épocas de Pedro Luis Boitel. "No hubo ejecución” agregó. No era necesario General, todos, incluyendo a Zapata, trataban de matarlo.

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