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Alberto Rodríguez

Contra las FARC

Contra las FARC

Si  un amigo te apuñala por la espalda – decía el finado Fontanarrosa – con confíes en él.  Hay enemigos de enemigos. Enemigos declarados, indirectos y taimados. Contra la sociedad civil conspiran todos. Pero lo hacen de distintas maneras, en distintos tonos y con recursos diferentes. Las Farc son el enemigo directo, declarado y activo de la sociedad civil. Si su guerra se limitara a combatir al régimen, a las tropas, a objetivos militares, a las ideas del régimen, a las políticas miserables, habrían ganado ante el mundo el reconocimiento de fuerza beligerante. Pero las FARC son un cartel, administran campos de concentración, tienen objetivos civiles, secuestran con fines extorsivos, compran secuestrados al hampa y no combaten una sola idea política del régimen. Se han ganado internacionalmente el reconocimiento legítimo de terroristas. Y contra todo terrorismo hay que estar.

 

No hay razón para que la sociedad civil no esté contra las FARC: con un editorial, con una denuncia pública, con una película, con una marcha, con símbolos, con gestos colectivos, con el silencio. La resistencia civil en Portugal se enfrentó al ejército del régimen con claveles. Gandhi se enfrentó al imperio británico, como los cristianos, poniendo una mejilla y luego la otra. La sociedad civil norteamericana se enfrentó a la guerra en Viet Nam con marchas pacíficas. No hay razón moral ni política para no estar contra el terrorismo. Se trata de una sencilla y casi instintiva reacción civil contra lo que promete matarnos, lo que nos pone en riesgo, lo que daña la vida. Una sola concesión al terrorismo, hace tan malos a los buenos.

 

Solo una porción mezquina, ciega y torpe de opinión, que ha perdido hasta el sentido común, podría creer, que no se debe participar en la marcha del 4 de febrero porque Uribe está contra las FARC. Porque está contra las FARC. De ahí su persistente y costosa guerra, que todavía no gana, pero con la que le ha reducido el campo y el margen de respuesta al cartel rojo.

 

Imaginemos una situación completamente ficticia: de aquí a mañana a Bush se le da por evacuar a los prisioneros afganos y paquistaníes de Guntánamo, propiciar una revisión de sus procesos a la luz del derecho, respetar la condición de prisioneros de guerra y permitir que la comunidad internacional supervise un nuevo proceso. Eso no lo haría Bush. Claro que no. Pero si lo hiciera, uno no podría salir a decir que mantengan el campo de concentración en Guantánamo, que no revisen los procesos, por el hecho de estar coincidiendo con Bush. Tampoco se podría quedar uno callado. Si lo que hemos pedido es que acaben con el campo, que se respeten sus derechos de prisioneros de guerra, que se revisen los procesos. ¿Cómo podríamos cambiar el punto de vista por el hecho de que a Bush se le de por coincidir? Pero es una ficción.

 

Si al gobierno de los comerciantes en China se le diera por abrir sus campos políticos de prisioneros, retirar la censura oficial, abrir un compás verificable de respeto por los derechos humanos, ¿tendríamos  que coincidir o no con el gobierno chino? aún conducido por la mano diestra de gángsteres rojos. Pero no es más que otra ficción.       

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