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Alberto Rodríguez

¿Lo contrataría usted?

¿Lo contrataría usted?

Diego Cadena tiene 39 años y sus mejores clientes son de la mafia. Tiene un avión privado, como Maluma y Madona, que cuesta ocho millones de dólares. Tenía una empresa en Miami que ofrecía charters de lujo a clientes exclusivos, como los del finado Jeffrey Epstein. La liquidó el 30 de abril de 2018. Fue quien sirvió de intermediario entre capos de la mafia, periodistas y políticos para informarles que sabían quién había matado a Álvaro Gómez y contar de los montajes de que habían hecho víctimas a los hermanos Uribe Vélez. Es un vallenato que se crió en la Tuluá de los años noventa. Un día llegó al pueblo chicaneando en un Lamborghini de color blanco, escoltado por un exparamilitar. Tiene una calvicie galopante y (tuvo) un poder firmado por Álvaro Uribe. El negocio se dañó por cuenta de que Cadena dejó todos los rastros que pudo y lo chuzaron a gusto. Entonces los abogados decentes de Uribe –Lombana y Granados– hicieron saber que su defendido prescindía de los servicios del doctor Diego. Del que dijo el expresidente que todo lo hace bien. Dijo, sin embargo, que si el doctor Diego procedió con los pagos para alinear testigos fue a sus espaldas. De haberlo sabido, le habría dicho, no proceda, doctor Diego. Cadena tiene un “asesor a la sombra” para el caso Uribe, un exjuez, alias Cachelito. En una de las grabaciones en la que hablan del caso, se le escucha decir, imitando a Uribe: “Es una cosa de ley a la que todo el mundo tiene derecho, usted y cualquier hijo de puta”. En otra grabación, Cadena habla con una mujer que ama los hamsters, él le dice que es un abohamster y ella le pregunta donde consiguió la Glock.

 Lo del aboganster es un chiste que venía encajado en la cortesía privada y que solo lo habría hecho de no haber sido verdad. Cadena fue el abogado de Uribe hasta que se le quemó. Quien se lo recomendó en Bogotá, lo hizo por lo que era, con el perfil para moverse bien en las cárceles de los Estados Unidos y de Colombia. No era un abogado a sus espaldas. Podría ser la pasta para el aforismo, dime quién es tu abogado y te diré quién eres.

 

 

 

 

 

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