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Alberto Rodríguez

Gabriel bajo el volcán

Gabriel bajo el volcán

Fui a Pasto a visitar un taller de escritura y a grabar un programa de radio. Cuando terminamos la jornada cerca de las dos de la tarde fuimos a almorzar a un restaurante de comida del Pacífico donde continuamos la tertulia que había comenzado en el estudio de grabación. Allí se nos unió al director del taller y a mí un antiguo egresado del taller, un abogado joven que fue salvavidas en el Ritz de Madrid y fue a hacer el camino a Santiago. Caminamos un rato, nos sentamos en el parque, nos tomamos un café al aire libre, fumamos un cigarrillo, y luego el abogado nos invitó a que fuéramos a visitar una amiga suya que vive cerca. Una doctora en epistemología de la Complutense. Esperamos a su puerta, ella bajó y muy amable me entregó su libro de poesía, como lo habría entregado un ángel. Acto seguido llegó un auto por ella y se la llevó. Quedamos de vernos a las seis treinta en su apartamento.

Así que Jimmy propuso que nos fuéramos a Genoy, el pueblo “bajo el volcán”, en el valle de Atrís, donde vive Allan el pintor. Jamás había ido, no conocía su familia, creo que ni había ido nombrar el pueblo.  Un lugar de vientos cruzados, donde nadie quiere comprar una casa. De todos los pueblos que rodean el volcán, es el que está más cerca de su boca, en línea serán 5 kilómetros.

La familia de Alan está compuesta por su esposa y sus dos hijos, Gabriel de siete y Mariana de uno. Cuando finalmente el auto en que veníamos se detuvo frente a la casa, la madre y los niños salieron a darnos la bienvenida, y mientras nos saludamos con la madre, que tenía a Mariana en brazos, Gabriel entró y salió con un libro. Era un libro con mi sello editorial, una antología de talleres que había prologado y dedicado. Ni siquiera Allan sabía dónde estaba el libro que Olga le regaló, cuando nos visito en la Casa de la Lectura cinco o seis años antes. Gabriel me miró, me entregó el libro y permaneció callado. Como un lindo ángel mensajero.  

 

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