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Alberto Rodríguez

Pelos de la misma perra

Pelos de la misma perra

 Estamos a una semana larga de las elecciones de mayo. Dos fuerzas se disputan la primera vuelta, pero no son los polos opuestos. Monseñor Uribe, acusa al Presidente, de que a su campaña del 2010 entraron dineros del narcotráfico, a través de la gestión del gurú JJ. Olvidó decir que él era el director de esa campaña, en la que se tramitó la delegación del poder a su ex ministro de defensa. Cualquier imputación, de comprobarse la acusación, tendría que afectar por igual a Monseñor y al Presidente. Pero es posible que ambos hayan aprendido la lección del 8000.

Una vez más Peñalosa regresará a casa sin nada debajo del brazo, los verdes están viches. La pelea por el poder es una pelea entre familia. Que Santos haga campaña con la paz, es apenas natural, entre otras cosas, porque terminó importándole más la reelección que la paz. Que Monseñor haga campaña con la “otra paz”, también es natural. Pero la diferencia no los hace distintos.

La campaña es una reyerta entre miembros de una pandilla que se dividió, a causa del botín estatal. Gobernaron juntos, Santos le hizo la U a Monseñor, mandaban en el periodo de los falsos positivos, son cómplices de todos los encabezados penales contra el gobierno de Monseñor. El país asistirá - impotente - a la disputa electoral, el último domingo de mayo, a una reyerta entre iguales.

La historia del hacker Sepúlveda, además de un cuentazo, pone en evidencia la naturaleza común de poder de quienes se disputan la primera vuelta. Sepúlveda es un traficante de información que se mueve hace varios años en el mercado negro. Termina contratado por la campaña de Z. Chuza a los delegados a las conversaciones de paz en La Habana, chuza al Presidente y chuza a algunos militares. Tiene una línea de negocio con miembros activos de las fuerzas armadas, que venden información reservada, a compradores independientes del mercado negro. Si la función declarada de Sepúlveda en la campaña de Z, era la de director de mercadeo digital, su otra línea de negocio, bien que le daba para ponerla al servicio de Z. ¿A quién más podría servirle? Nadie tendría que sorprenderse, si el director de la campaña es Monseñor. ¿Qué haría pensar que los métodos de su policía política, que tan bien le funcionaron, no podrían ser de utilidad en la campaña de Z? De hecho Sepúlveda negocia con algunos militares del gobierno Santos. Santos y Pinzón saben de un mercado de información desde los cuarteles. Y Pinzón nunca se calló, ni siquiera el escándalo de Andrómeda lo despeinó.

Monseñor Uribe lanzó un golpe sucio y fuerte, tan fuerte que lo afecta a él mismo. Sin embargo, corre el riesgo frente a la situación. Es necesario hacer tambalear a Santos, en los últimos asaltos, a cualquier costo. Monseñor estaría intentando asumir ese duro papel de ser el Pastrana de Samper, en la campaña contra Santos. El Fiscal, ante la acusación, obró con un dejo de automatismo, demasiado evidente, quiso poner a Monseñor contra las cuerdas, para que presentara las pruebas. Y en efecto, un día después de la citación, se presento a la oficina del Vice Fiscal, a decirle, que no había ido a declarar ante ellos, sino a recusarlos como autoridad. Sería bastante molesto para Monseñor, a su juicio, tener que entregarle las pruebas reina al fiscal de Santos.

Si las Farc, esta última semana de campaña, hicieran algo para ayudar a Santos, le estarían inyectando oxigeno a la preservación política de la ya acordado. Porque sí hay un acuerdo, antes aun de  haberlo acordado todo. Algo elocuente y posible. Algo así como el reloj de Pastrana a Tirofijo, que tanto lo ayudó en la última semana.    

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