El último round del Dotor Angélico
En Colombia el cáncer de próstata es el mal del poder. Que bajo hemos caído, ni siquiera elegantes infartos, ni aristocráticos derrames, apenas tumores en una glándula cuya importancia solo se advierte cuando uno es viejo. Y vaya que los años atropellaron a Angelino después del accidente cerebral, hasta convertirlo en un tierno viejito de sudadera que sacan a tomar el sol.
Santos no había podido quitárselo de encima ni con una candidatura a la OIT, en donde hubiera devengado en euros y bien lejos, con derecho a una casa de doble garaje, chofer y servidumbre, como bien merece su dignidad. No pudo encontrarle nada útil qué hacer al pobre Angelino, que a falta de oficio, se dedicó a dar declaraciones inoportunas, a pelear con los ministros, a gobernar por su cuenta y lo más grave, a no decirle al presidente, lo que sus “castos oídos” – vaya uno a saber si lo son– querían oír. Porque si bien el Dotor Angélico era buen candidato vicepresidencial, resultó ser el más incómodo vicepresidente a que un presidente hubiera podio aspirar.
El Dotor Angélico, más que un animal político de la provincia, resultó un depredador burocrático natural. Su apetito de poder no conoce el límite de los partidos. Sirvió y ha servido a todos los poderes, ante los cuales sobrevivió. No tuvo la misma gracia con su cuerpo, al que nunca cuidó, y que terminó traicionando su vocación depredadora, de manera tan aciaga como dolorosa. Al punto que en una última declaración pública, ha dicho que “pide de rodillas” al Presidente del Congreso y al Presidente, que le acepten la renuncia. No da más.
El Presidente, al que el Congreso presentará una terna de candidatos del Partido de la U, deberá seleccionar un vicepresidente que será su fórmula para la reelección. No se trata de encontrarle un sucesor al Dotor Angélico, cosa que sería más que imposible, se trata de escoger a un varón de la U, que haya tomado tanta distancia de Monseñor Uribe, que una vez en el cargo no resulte quintacolumnista.
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