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Alberto Rodríguez

El regreso del Guasón

El regreso del Guasón

James Holmes mató a doce personas e hirió a otras 58 en un cine de Aurora, en las afueras de Denver, durante el estreno de la última película de Batman,’The Dark Knight Rises’. Una vez en la cárcel del condado de Arapahoe preguntó a un policía: "¿Viste la película?", “¿Cómo termina?”. De hecho no fue el único que se quedó sin saber el final. La ficción en la pantalla fue arrollada por la realidad en la sala.

Holmes envió a un psiquiatra de la universidad de Colorado, una semana antes,  un cuaderno manuscrito con detalles sobre la planeación y ejecución de la matanza. El paquete, por una razón tan real como ficticia, no fue remitido el mismo día en que se estampilló, contrariando la puntualidad y profesionalismo del servicio postal. El cuaderno de espiral le llegó al psiquiatra después del crimen. Entonces descubrió que Holmes no era el Guasón.

 "Había dibujos de lo que iba a hacer, dibujos e ilustraciones de la masacre", dijo una fuente policial. En uno de ellos se ven dibujos esquemáticos de seres humanos con armas de fuego disparándoles a otros. La madre de Holmes no sospechaba de su hijo, no sabía del cuaderno y Batman la tenía sin cuidado (Madre acusado masacre Aurora).

 Tal vez el cuaderno del Guasón habría alertado sobre el crimen, tan perfectamente consciente, que no es cosa de un loco. Tendría que estar uno loco para hacer algo así, pero Holmes no lo estaba. Un estudiante de neurociencia, 24 años, buen hijo, retraído, discreto, respetuoso, un buen muchacho, como diría Monseñor Uribe, del que se podría esperar un desplante en un cumpleaños, pero no una matanza super cinematográfica. Una masacre que hubiera podido ser evitada, o que, de haber llegado a tiempo el envío, habría disparado mecanismos de seguridad que hubieran reducido la probabilidad. Pero el correo no se envió a tiempo, alguien en los correos norteamericanos evitó que se supiera, contrariando aun al Guasón, que se había tomado el trabajo de poner su cuaderno de matanza al correo. Algo que no alcanzó a ser todo lo que debería ser, el fusil de Holmes se atascó.

 En la enfermería donde lo alojaron a Holmes, por seguridad, debieron ponerle un protector de plástico negro en el rostro, para evitar que escupiera a los guardias. También, grilletes y chaleco antibalas.

 Una sociedad, cualquiera que sea, no puede esperar que la ficción industrial del entretenimiento, la industria cultural de la violencia simbólica y física, termine siendo impune. Siempre habrá alguien que se trague el cuento. Y lo peor es que ya no se necesita que esté loco para que arremeta como un ciclón homicida contra la gente, aunque seguramente el abogado defensor le habrá dicho que es necesario que se declare loco.

Los asesinos que inventan en las pantallas, siempre terminan siendo desteñidos frente a los que inventan entre las audiencias. El sueño de la razón de la sociedad norteamericana engendra  monstruos. 

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