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Alberto Rodríguez

Escupiré sobre vuestra tumba

Escupiré sobre vuestra tumba

A Boris Vian lo recuerdo más que por sus libros, por sus solos de trompeta. Más que por su prosa, porque su mujer se fue con Sartre. En 1946, apenas terminada la guerra, Vian sorprendió a Francia con la novela, que parecía escrita por un autor norteamericano, ambientada en pueblos norteamericanos, con nombres norteamericanos y tragedias muy americanas. En 1948 “Escupiré sobre vuestra tumba”, que apareció firmada con el pseudónimo de Vernon Sullivan, fue prohibida en Francia – la tierra de la libertad –, por “ultraje a la moral y las buenas costumbres”. Es memorable el escándalo que una novela pudo causar en una sociedad mucho más liberal que la norteamericana.

La novela es la historia de una venganza racial. Su escritura tiene la rapidez de Hemingway, la claridad de Capote. Es directa como una trompada. Ambienta como las novelas de McCarthy. Es la anti novela francesa de un francés. De una crudeza limpia, sin exageración. La historia de un librero que transita entre la seducción y el homicidio. Vian no quería ser demasiado escueto en la salpimentación de la venganza, no quería que fuera un plato que necesariamente se comiera frío. Sobre una elaboración dramática de la venganza, construyó toda la trama que contiene un punto de giro, que no solamente modifica el curso de la acción, sino que gira al personaje mismo.

Es curioso que el nombre del protagonista de la novela, coincida con el del cronista del New Yorker, John Lee Anderson. Y todavía más curiosa la metáfora racial de la venganza, alrededor de la movilización de un híbrido. Lee Anderson es hijo de negro norteamericano y de escandinava. Tiene las facciones de un negro en el rostro de un blanco rubio. Su hermano, su único hermano, fue asesinado por una banda de racistas, de la misma estirpe de las que eran capaces de ajusticiar a los soldados negros que habían regresado de la segunda guerra mundial. Un negro blanco que vende libros en un pequeño pueblo del sur.

Boris Vian podría ser un precursor europeo del realismo sucio, ese que hizo carrera, y que llegó hasta nosotros, y que nos gusta por duro, por indolente, por frentero.

Sin duda, se dice Lee, “era un plan estúpido, pero entre más estúpidos mejor salen”.

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