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Alberto Rodríguez

Mina de San José. Copiapó

Mina de San José. Copiapó

Estar a siete cuadras bajo la superficie de la tierra, para almas aéreas y temerosas, es de por sí un vértigo paranoico, que nos deja con las manos frías. Yo no sería capaz de estar ni siquiera en una trinchera. No es que le tenga respeto a la madre tierra, a la pacha mama, es que le tengo pavor. Con menos cobardía me atrevería a dar vueltas a su alrededor, orbitando en una cápsula. ¿Qué decir entonces? ¿Qué sentir de estar a siete cuadras y atrapados?

Que todos eran mineros, avezados, de familias de mineros regadas en el desierto de Atacama, hombres experimentados, rudos, resistentes, conocedores de las tripas de la tierra, como que las han estado hurgando desde que llegaron. De acuerdo. ¿Pero es eso solamente lo que les permitió sobrevivir 75 días en el intestino de la mama pacha? Todos no lo eran. Me pregunto si fue la tradición de minería la que los salvó. Obreros, asalariados, trabajando en minas que no reúnen los estándares de seguridad.

Los indigenistas nos dirían que los mineros tienen un pacto cósmico con la tierra. Fue ella la que los salvó. No quiso ser demoledora, simplemente los probó. Los marxistas nos dirían que fue el instinto de clase el que los salvó, la fortaleza ideológica que les permitió enfrentar a la naturaleza. Los liberales nos dirían que son conocedores del oficio, buenos trabajadores, que los equipos y la seguridad minera les dieron condiciones de subsistencia. Lo curas dirían que los salvó la fe, todos ellos creyentes se encomendaron al Señor, que es más poderoso que la pacha mama.

Yo digo que hubo tres cosas que los salvaron, el conocimiento que tenían de la mina y el deseo de sus mujeres, sus familias. El amor, el conocimiento y el oxigeno. Sin duda alguna la estrella del evento El sufrimiento por el sufrimiento de sus familias, es ya de por sí una sobrecarga letal. El miedo profundo de estar atrapados, lo puede a uno matar antes de que lo mate la falta de oxígeno y de alimento. Y por más coraje, conocimiento y amor, sin oxigeno se habrían asfixiado. Si se salvaron fue porque la desesperación no los invadió. Respondieron organizadamente, con un jefe, un segundo, un tercero, equipos, electricistas, geólogos naturales. Tuvieron una actitud de sobrevivientes todo el tiempo.

Por encima, el vencedor definitivo, fue la tecnología. Megabrocas de revolución continua, potenciadas para taladrar roca viva. De la fortaleza del diamante, aceradas agujas que penetraron a la pacha mama. Sin tecnología estarían muertos. Los cálculos más sagaces advirtieron que solo a principios de diciembre llegarían al socavón. Sin tecnología, una vez hecho el ducto revestido, no los habrían podido sacar con la misma celeridad, ni con menor riesgo. La tecnología es más poderosa que los vaticinios

Me pareció que aquello ocurría en un país europeo. Presidente, Ministros, rescatistas, mecánicos, mineros ingenieros, militares, diseñadores, geólogos, todos con sus cascos y chalecos actuando con un mismo libreto. Los rescatistas, los buzos de la marina, los paramédicos, todos como hormigas civilizadas trabajando para rescatar a los 33 mineros. La efectividad, el uso del tiempo, el manejo de la información, el orden en que se los vio, me pareció como si en vez de chilenos fueran rusos. Cuando los mineros iban saliendo del Fénix, los dejaban saludar, los pasaban a la camilla y los entraban a un blanquísimo hospital, que no parecía estar en la mina. Como si todo no hubiera sido más que un reality, y ahora estuvieran ingresando al estudio.

Un minero atrapado, seguramente como otros, tenía dos mujeres antes del accidente. Las dos de él fueron a San José a saber de su hombre, estuvieron esperando junto a las mujeres de los otros, hasta que los sacaron. Cuando el hombre salió del fénix, tras abrir la rejilla después de 75 días atrapado, las vio mientras sus ojos se acostumbraban a la luz. Una a un lado, la otra al otro y en la mitad, a la mujer del Presidente, junto a cámaras de televisión de todo el mundo. El pobre hombre vaciló unos instantes, y sin reponerse de la súbita emoción de sentir que una cosa de tres se había vuelto asunto del mundo, exclamó ante las cámaras

¡Tragame tierra!

1 comentario

Mareña -

Jajaja "eso les pasa por calabaza" tener dos mujeres, y respecto a todos los interrogantes yo diría que todos los enunciados descritos hicieron que estos mineros fueran "paridos" por la pacha mama o no eran tan sabrosos como para comérselos, yo creo que fue una mezcla de todo y...¡Amo la tecnología!