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Alberto Rodríguez

Monseñor Uribe Vélez se le apareció a la Virgen de Fátima

Monseñor Uribe Vélez se le apareció a la Virgen de Fátima

Monseñor Uribe Vélez se le apareció a la Virgen de Fátima, en su propio santuario en Portugal. Iba apestado, gris, cojo, con un semblante de perros, envuelto en una ruana negra. Oraron por la paz de la patria. Se lo ve caminar inseguro con sus muletas - un caballo del Ubérrimo lo piso, lujo que muy pocos se han dado - luciendo unas lindas gafas negras. Luego se dirigió con su séquito al museo donde se encuentra la exposición permanente  de ex votos “Fátima, Luz y Paz” y donó una de sus muletas. Que se exhibirá junto a una de las balas que un turco le clavó a Juan Pablo el 13 de mayo, día de la virgen, que le salvó la vida.

Durante su breve estadía sostuvieron un dialogo constructivo, muy ferveroso, cargado de gestos de piedad, horas antes de que Monseñor asistiera a la cumbre de “Innovación y Conocimiento” en Estoril. El diálogo pudo haber sido algo así:

Virgen: Dame la luz Señor.

Monseñor: Por el contrario, derrama sobre mí tu gracia. Padezco de una encrucijada del alma.

Virgen: Cómo ¿pero tienes alma?

Monseñor: Yo no quisiera tener que ser otra vez Presidente, pero la patria me lo reclama.

Virgen: No soy nadie para decirte qué hacer, pero si fuera tú, no me le mediría.

Monseñor: Los deberes no son declinables.

Virgen: Déjales ese desastre, que los jóvenes se hagan cargo.

Monseñor: La culebra sigue viva.

Virgen: Pues legalicen, a ver si quiebran a todos los que viven del negocio.

Monseñor: No santísima madre, no es tan fácil. Si se legaliza afecta la economía. 

Virgen: De una vez te anticipo, el referendo no va a pasar en la corte constitucional.

Monseñor: Yo no estaría tan seguro.

Virgen: Está bien, pero te lo advertí.

Monseñor: Más bien dame toda tu ayuda para el tercer período.

Virgen: Eres el objeto de un llamado de Dios, atiende el clamor, no seas soberbio. Desde la oposición podrías hacer más.

Monseñor: Será lo que Dios quiera. Él sabe cómo hace sus cosas.

 

Después del breve y caluroso encuentro, Jaime Bermúdez ayudó a Monseñor a treparse a un auto de alquiler conducido por Jerónimo.

 

 

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