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Alberto Rodríguez

El abrazo bolivariano de Judas

El abrazo bolivariano de Judas Chávez dijo de Uribe que era un criminal, un mafioso, un paramilitar. Correa dijo de Uribe que era agresor del Ecuador, responsable de una guerra que no quería terminar, responsable de que el acuerdo humanitario no se diera. Todos dijeron que Uribe trabaja para Bush. Uribe amenazó a Chávez con denunciarlo ante la Corte Penal Internacional por auxiliar y cooperar con grupos en la lista de terroristas del mundo, tanto en su país como en Colombia. Acusó a Correa de hacerse el de la vista gorda con los campamentos de base de los farcistas en Ecuador, de haber recibido recursos de ellos durante la campaña presidencial que lo llevó a la presidencia. Daniel Ortega condecora a Marulanda, rompe relaciones con Colombia, aparece invitado a declarar en la mesa de Correa y Chávez. Chávez coopera con las FARC, no de otro modo se explican las entregas unilaterales de secuestrados que recibe en Miraflores. Uribe fumiga la frontera, viola la territorialidad, y es el centro de gravedad del proceso de la parapolítica en Colombia. Correa sabía de la existencia de campamentos de las FARC en Ecuador, ocho notas de cancillería se lo advirtieron. Uribe personalmente le llevó a Chávez el mapa de campamentos de las FARC en Venezuela. Chávez ha emprendido una carrera armamentista que para nadie en el mundo es secreto.

Todos en el poder mienten, todos trabajan para sus intereses y los de su grupo, todos manipulan la información, todos se defienden sin escrúpulo y todos - a su vez - están rayados por el mesianismo, la inevitabilidad histórica de lo que hacen. Juegan a encarnar bolivarianismos, a ser tocados de socialismo sureño, a representar grandes causas: revolución en Venezuela, seguridad democrática en Colombia, y en Ecuador el socialismo. Todos tienen generosos rabos de paja, a los que cada uno de los pueblos sobre los que ejercen gobierno, bien debería con grandes teas ir y arrimarles la candela.

Hay dos alternativas. O lo que se dijeron no era cierto, por lo que con una reconvención un privado podría pasarse el asunto. En ese caso se pregunta uno ¿estaban cañando los tres con lo que más duro pudiera pisar? ¿Si es así, qué confianza pueden tener las sociedades civiles de Venezuela, Colombia y Ecuador en sus presidentes? O lo que dijeron es cierto, como debería ser cuando lo dice un presidente al que la nación le ha otorgado el deber de conducirla en sus relaciones internacionales. Y si es así, lo que vimos al final de la cumbre de Río en Santo Domingo, donde Chávez cantó, donde Correa repostó y donde Uribe se defendió con el computador de Raúl Reyes, fue un abrazo forzado, un juego de miradas rayadas, distancias aviesas, falsas congratulaciones de primera página. El abrazo bolivariano de Judas.

Cada uno regresará a seguir trabajando en lo mismo, a sacar adelante su agenda de prioridades. Uribe se quedó con el computador, Chávez evitó una demanda, Correa recibió las debidas disculpas y Daniel aprovechó para mover políticamente el diferendo.

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