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Alberto Rodríguez

Lobos con piel humanitaria

Lobos con piel humanitaria  Son las siete de la noche del domingo 30 de diciembre de 2007, y la operación Emmanuel que comenzó hace 48 horas pende de unas coordenadas.  La operación se dirige desde el Palacio de Miraflores. Uribe le dio el portazo a Chávez, por “aprovecharse” de la situación y querer meter manos en la política colombiana. En Villavicencio siete representantes de países amigos, esperan. Desde Venezuela se han movilizados tres aviones y dos helicópteros con las insignias de la Cruz Roja. Los familiares de los secuestrados, por cuenta de Chávez,  esperan en el Hotel Meliá de Caracas. 

Hoy la prensa nacional se ha desleído en entusiastas comentarios, unos más velados que otros, sobre el acto unilateral de las FARC. Fuera de contexto se podría leer que los administradores de los campos de concentración, de repente han sido capaces de una actitud política, por demás inteligente. Que de repente han entendido la validez humanitaria de la liberación de algunos rehenes. Que han comprendido la necesidad de avanzar en el sentido de un proceso de paz. Que el cartel militar de Marulanda, lo que no parece dejar dudas, ha ganado status de beligerancia. Que todos los países, los que hasta hace poco decían que era un imposible moral negociar con terroristas, se han prestado para reconocerlos, hablar, citarse y finalmente encontrase con ellos en “algún lugar de la selva colombiana”.    

Por lo demás, Chávez le ha quitado a Uribe el protagonismo en la publicitaria tarea de liberación. Las Farc hablan con él y no con Uribe. Siete países atienden la invitación de Chávez a ser garantes de la entrega. Los aviones y los helicópteros que recogerán a los rehenes son venezolanos. Estos serán llevados a Venezuela, donde finalmente se encontrarán con sus familiares. No quedan dudas que el fac totum de la operación es nuestro “Coronel socialista”. Él no necesita que lo inviten, no necesita que Uribe lo reconozca como facilitador. Por sí mismo entra en contacto con las FARC, pacta las condiciones, pone a disposición la logística, arma una cumbre internacional en Villavicencio, recogerá los secuestrados y los entregará él, a sus familiares. Uribe lo único que pudo hacer fue autorizar el despeje aéreo para que las aeronaves de Chávez entren a recoger a los rehenes. La lección más que clara: lo que no ha podido hacer Uribe en seis años lo hace Chávez en seis meses.  

El conflicto armado en Colombia, el mismo que José Obdulio no necesita ver por razones doctrinarias, ahora pasa por el meridiano de Caracas. Si Uribe no quería caldo, Chávez le dio diez tasas. Tal vez la inmediata y necesaria solidaridad para con las familias de los rehenes, la sensibilidad de la fecha, el humanitarismo sentimental alrededor del caso Emmanuel, han nublado la naturaleza y catadura de las FARC. Tal vez nadie esté para ser aguafiestas, o hacer de abogado del diablo. Todos queremos que los entreguen, pero no todos confiamos en el “humanitarismo” de las FARC. ¿Por qué no soltar a Ingrid?  

Sería ingenuo que el “acto unilateral” se convierta en un disipador disuasivo de los intereses prácticos de las FARC. La liberación de los tres rehenes, es una forma productiva de trepar  por la cuerda que Chávez les ha tirado. Chávez vino con oxigeno, con prensa, con reconocimiento de status, con apoyo internacional, a poner a los hombres del cartel en la primera plana, a legalizar la necesidad de reconocerlos para tramitar acuerdos humanitarios puntuales en la perspectiva de un proyecto de paz. ¿Quién quita que un proyecto convenido a largo plazo con las FARC dependa más de Venezuela que de Colombia? Lo que sigue será la consecuencia intrincada de un primer acuerdo, que está por conducir a la liberación de tres rehenes. Sin embargo, a esta hora del domingo, después de casi una semana en vilo, las FARC no han entregado las coordenadas a Chávez, eso dice Chávez, para que sus helicópteros –estacionados en Villavicencio desde el viernes - aterricen en un claro de selva a recoger a Clara y a su hijo. 

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