El perfume
Jean Baptiste Grenouille nació entre la mierda de un nauseabundo mercado parisino cerca al Cementerio de los Inocentes, a donde desde hacía 800 años llevaban los cadáveres de las parroquias vecinas. A pesar de lo cual era un hombre sin olor, inexistente para sí mismo (lo que no huele no existe), por tanto inepto para tener sentimientos morales y experimentar el amor. Un hombre sin moral que actúa como un científico, que se propone –nada menos que –la captura y síntesis destilada de la naturaleza odorante de las cosas. La condición inmoral y su necesidad científica lo llevan a convertirse en un asesino. Desacertaron tanto el libro y la película, con ese deshonroso y escandaloso subtítulo publicitario, que debería haber sido: El Perfume: la historia de un científico. (Seguramente no habrían vendido tanto pero habrían sido más veraces).
De la misma manera que el hombre perdió la capacidad muscular de mover las orejas, perdió la capacidad olfativa de percibir el aroma de su especie, como determinador directo de la acción sexual. Eso, en particular, que nos distingue de los perros y los burros. La cultura reemplazó el grueso de las formas animales de atracción sexual olfativa, por una sexualidad susceptible a la palabra, la moda, el dinero, la juventud, la simpatía.
En 1986 leímos en Colombia la novelita de un alemán desconocido que hizo escupir a la prensa sonoras exageraciones: un monstruo de escritor sin precedentes desde el Tambor de hojalata (Stern). En Francia se dijo que el mundo editorial no se había sentido tan atraído por una novela desde El nombre de la rosa. (Buchreport). Una novela irresistible (Kurier). Una obra de arte estremecedoramente auténtica (Weltwoche). Se le concedió el premio de la American Book Seller Association de 1985. Pero misteriosamente la carrera de Patrick Süskind, se terminó después de dos obras menores, La paloma y El contrabajo. Salió del mundo literario, de la misma discreta y exitosa manera como entró. Desapareció a lo Sallinger. Doce años antes del Perfume, Roald Dahl, en su libro El gran cambiazo, incluyó un mal cuento largo titulado Perra, el perfecto antecedente de la búsqueda del olor perdido.
Grenouille se propone hallar el Perfume del amor. El perfume que sintetiza tras el último asesinato y resulta capaz de provocar una orgía de plaza pública en Grasse, que ya hubiera querido Sade imaginar, y que a ojos de la multitud que espera para crucificarlo, lo hace ver como un ángel.
El Grenouille científico necesitaba experimentar con el cuerpo de mujeres bellas, pero como el método científico no podía ser comprendido por las campesinas francesas del siglo XVII, se vio obligado a matarlas, inspirado en el olor de la primera mujer hermosa que mató en París, casi sin darse cuenta.
De la película de Tom Tykwer – el mismo talentoso director alemán de Lola corre Lola - se pueden decir tres cosas: es de un realismo pictórico que colma la escena de pintura: luz y color. Reproduce con creativo respeto la esencia temática de la novela: el hombre sin olor que busca la fragancia absoluta del amor. Y es un relato rítmicamente encabalgado, no en la serie de asesinatos como en el Nombre de la rosa, sino en el esfuerzo inmoral por hallar la esencia animal del olor perdido.
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rosibel -