Los jóvenes y la guerra
Juan Moreno Blanco
Hay quienes creen que los estudiantes deben tener una intervención bélica en la sociedad de hoy y por eso propician el que un campus universitario se convierta en escenario de enfrentamiento militar. Esa lógica trae las consecuencias que conocemos y deploramos. No obstante, no creo que haya quien argumentadamente defienda la idea de que un puñado jóvenes puedan desafiar al poder.
Es mentira que David volverá a vencer a Goliat, pero esa mentira nadie se atreve a decirla.Lo que no es mentira es que en las guerras los jóvenes siempre han sido instrumentalizados como mano de obra bélica. La ciudad-estado Esparta no les preguntó a sus jóvenes si querían hacer la guerra, simplemente así lo dispuso y desde temprana edad los condenó a vivir como soldados. En la Europa de afiebrados nacionalismos del siglo XIX, la muerte de los jóvenes en la guerra fue glorificada : “…en Francia, el escritor Victor de Laprade, un partidario convencido de la educación física, se dirigía a la “madre” para recordarle que “si tu hijo crece sin llegar a ser un hombre, si se comporta como un afeminado hacia su deber viril […], quiere decir que tu ternura ha orientado mal su alma: si él no sabe morir, tú no has sabido crear”[1]; en Inglaterra “sir Garnet Wolseley declaraba que envidiaba la muerte de los jóvenes soldados y sostenía que “si tuviera diez hijos y todos ellos cayeran sobre el campo de batalla, estaría orgulloso”(Ibid., p. 50). En el siglo XX, los ideólogos del fascismo y el nazismo irán hasta suplantar a la familia y a la escuela para privar a los jóvenes de su juventud y convertirlos en “soldados de una idea”. El día del cumpleaños de Hitler (20 de abril), esta frase hacía parte de juramento que los jóvenes alemanes debían pronunciar a los catorce años ante la bandera: “Juro dedicar todas mis energías y mis fuerzas al Salvador de nuestra nación. Adolf Hitler. Estoy dispuesto a ofrecer mi vida por él, y a Dios me encomiendo”. En estos periodos europeos, a la juventud se le prohibió pensar y se le prohibió vivir. Había nacido para la guerra y punto.
El Viejo Mundo fue el precursor en materia de niños-combatientes y jóvenes kamikazes.En Colombia se ha tenido la costumbre de ver toda intervención de los jóvenes en conflictos que dejan resultados mortales como hechos relacionados con el devenir “del movimiento estudiantil”; no obstante, podríamos pensar que una parte de estos acontecimientos también son un capítulo de la instrumentalización de los jóvenes como mano de obra bélica por parte de “grandes ideas”. Un ejemplo de eso son las jornadas de mayo del 57 en que los partidos Liberal y Conservador aplaudieron a los estudiantes, y sus manifestaciones que desataron la caída de Rojas Pinilla, para luego, en el Frente Nacional, convertirlos en villanos. Otro ejemplo es el papel que jugarán los jóvenes en los planes de la guerrilla: “Los años 1966, 67, 68 ven multiplicarse los comunicados y los discursos sobre la estrategia revolucionaria, sobre la necesidad de los famosos “focos” y de la táctica consistente en llevar la acción a las ciudades para “distraer las fuerzas militares de la represión de las guerrillas existentes en el campo”[2].
A través de las décadas, la intrumentalización de los jóvenes para la guerra se ha intensificado. Con el Servicio Militar Obligatorio, con el enrolamiento –muchas veces también obligatorio- en los ejércitos de “las grandes ideas”, con la violación sistemática de las adolescentes en las zonas de fuego cruzado, nuestra juventud está siendo privada de su derecho a vivir su juventud. Con todo, podíamos esperar que los jóvenes que tienen el privilegio de estudiar en una universidad pública, ellos sí, tuvieran el derecho de no participar en la guerra; podíamos esperar que los estrategas de las “grandes ideas” dejaran que al menos una parte de la juventud colombiana no hiciera parte de “su” mano de obra bélica.Esa expectativa, a pesar de la reciente muerte de otro estudiante en un campus universitario, no debe abandonarnos. La universidad existe para que los jóvenes vivan su juventud y no para que mueran.
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