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Alberto Rodríguez

Los Divinos

Los Divinos

Los elementos de historia que la novela recupera, tienen una carga dinamitada de inmediatez, cuando la historia es algo ya ocurrido en la trama mediática (hay mucha información publicada) y se cuenta muy poco tiempo después de ocurrida. Creo que Laura Restrepo, en un afán humano de responder –como novelista– a la “monstruosidad” (lo que se muestra) del asesinato de la niña Juliana Samboní a manos de Rafael Uribe, hizo que su novela implosionara. Sacrificó la novela para que su voz se escuchara.

Los Divinos es una novela cuya trama no puede recrear la monstruosidad, se queda en una lejanía amanerada, un poco kitsch, complaciéndose en la aburrida, larga e insustancial historia de una gallada bogotana del estrato seis, con nombre de estrato tres, los Tutti Frutti.  

La historia ocurrida es de un dolor, una pesadumbre, una oscuridad y un fondo, que la novela no olfatea, aquella está llena de contrastes, improvisaciones, trampas, mentiras, pruebas, que habrían dado carne para hacer un thriller, no una novela de no ficción, que nos hubiera permitido acercarnos a lo oculto de la historia que nos han contado. Hubiera sido la oportunidad de hacer valer el recurso que Juan Gabriel Vásquez entrevé en la Forma de las Ruinas, el  de explorar lo probable de la monstruosidad a la que no llega ni el historiador ni el periodista. Se dirá, no es lo que Laura buscaba. ¿Pero entonces qué buscaba?

La primera persona que nos cuenta, el Hobbit, es el chapineruno de los miembros (Duque, Muñeco, Tarabeo y Píldora) del clan, que termina completamente comprometido en el crimen. La novela deliberadamente deja el crimen contra una niña de siete años en tercer plano, detrás de una vana y leve historia de la ridiculez trágica de los Tutti Frutti. Es una mezcla inhóspita, entre el monologista impostado de diario, narrador estereotipado, que habla como un mal locutor que transmite, y un narrador editorial que no se corresponde con el personaje, de repente el Hobbit – todo un Tutti– entra en trances aburridísimos de lirismo shakespereano, de cultismo, de sapiencia y conocimiento, sin el cual probablemente la autora no habría podido colarse a la novela.  

  La compleja riqueza de la monstruosidad que tuvo en vilo al país un par de semanas, es de una hondura, de unas raíces, que el intento prematuro de novelar no alcanza a medir, a tocar. ¿Qué cosa del crimen nos permitió la novela comprender? ¿Pudo la novela ir más allá de los medios en su narrativa?

Laura debe estar acostumbrada a triunfar, aunque desprecie el éxito. Los Divinos, será la prueba, de que después de Delirio, también se puede escribir mal.

 Una novela para quienes quieran matar el tiempo, o lo prefieran ya muerto.

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