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Alberto Rodríguez

Una gallera bogotana

Una gallera bogotana

La FIL Bogotá 2015 costó 4000 millones de pesos, según fuentes de la Cámara Colombiana del Libro. Y el pabellón de Macondo, se gastó la mitad. Con esos 2000 millones que se invirtieron en una innombrable gallera de madera de mala calidad, improvisada, paródica, esperpéntica,  reducida, incómoda, sin accesos adecuados, sin sonido, se hubiera podido financiar la Biblioteca Gabo, una colección para mil escuelas en Colombia, y haber trabajado la lectura literaria con docentes y estudiantes. Sin embargo, había que conmemorar el año de la muerte. Había que ser más oficiales, que eficientes. A la gallera, más que a la educación. Así es Macondo.

Nadie desde luego, se opone a que las instituciones celebren un año de la muerte del “más famoso de los colombianos”, pero es cuestionable el resultado del pabellón frente a la inversión. El pabellón lo recibe  a uno con un mapa de los lugares imaginarios de la literatura, un túnel con fotos gigantes iluminadas, mientras la voz cansada de Gabo resuena desde bambalinas. Luego la gallera, una réplica burda de una gallera, en la mitad de un gran salón. En la gallera no cabrían más de cien o ciento veinte personas, apretujadas. Afuera había más de quinientas, esperando oír al menos. Pero ni siquiera adentro había sonido.

Una agenda de buena calidad se echó a perder por haber querido darle uso a esa caja de bocadillos beleños, donde los creativos, pretendieron meter a los miles de interesados en asistir. La gallera sobraba, inútil y costosa, no tanto desde luego como debió haber sido cotizada. Los lectores de Gabo nos merecíamos un salón grande, para que la conmemoración hubiera sido masiva. El “folklorismo” de los diseñadores, curadores, pintores, escritores, fotógrafos, montajistas, en el intento fallido de encontrar la atmósfera de Macondo en el pabellón, es tan pobre como la muestra de periódicos, revistas, primeras páginas, fotos, dedicatorias, cartas, de Gabo.

El anticuario de la memoria rodeaba la gallera. Pero los gallos jamás se escucharon. Tal vez el de una rabación que dejó oír a lo lejos un gallo destemplado.

La celebración FIL de Gabo en Bogotá 2015 es una revelación aparatosa y sin alma del espíritu institucional de la cultura oficial, que a su modo, celebra un año de la muerte del escritor. E insiste en la intentona de forjar una especie de culto a la personalidad del autor, más que de reconocimiento a su obra. Lo primero es fácil, basta un presupuesto, unos contratos, y el aval oficial.

Qué pena con Gabo, si se hubiera levantado de su tumba para haber ido un fin de semana a la FIL Bogotá, a ver el esperpento conmemorativo de Macondo. 

2 comentarios

Ana Rita Jordán -

Fuí a la Feria con la intención de entrar a la gallera y fue imposible por la interminable fila, pero al parecer no me perdí de nada. Una ecritora de Medellín me contó que estuvo haciendo cola tres días. ¿Sería que hubo algo así como Improvisación vs Organización?

Rosamatilde Nieto -

Que lastima. Esta pudo haber sido la oportunidad para rendirle a Gabo el homenaje que aun le debemos.