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Alberto Rodríguez

Occidente decapita a occidente

Occidente decapita a occidente

La diferencia entre el proyecto EI (Estado islámico) y el proyecto Al Qaeda, está en el programa. Al Qaeda quería aplastar al demonio occidental, sacarlo de su territorio y hacerle sentir en carne propia, el dolor infringido a su pueblo. Y para eso está dispuesta a la acción terrorista hasta las últimas circunstancias.

El EI – en sí mismo una crítica a Al Qaeda por la contaminación de la agenda religiosa y nacionalista, y la falta política de un programa de estado– es un programa de Estado, con estatuto de territorialidad, con ejército, regido por la figura ultraimperial del Califato. Una institución de poder que comienza en el 632 y va hasta 1924. Que se guía por la constitución de Medina y tiene en el Corán un libro constitucional, de gobernanza, de legislación. Su última sede estuvo en Estambul. Su centro siempre ha sido móvil, ha estado en Damasco, en Bagdad, en El Cairo, en Córdoba y Estambul. Con la revolución de 1926, que terminó con el imperio otomano, el califato se disolvió en Turquía.

El EI “gestiona” con su guerra un territorio de Siria e Irak, donde viven ocho millones de personas. Se pretende restaurar el califato con el propósito ecuménico de unir a todo el Islam del orbe. Un supercalifato siglo XXI, levantado sobre la insurrección del terror, de la masacre fría, de los ajusticiamientos colectivos frente a las fosas de tierra. El moderno engendro más endemoniadamente fascista y regresivo del mundo presente. Un Estado levantado, siglo XXI, sobre la política de eliminar físicamente a los infieles, el rasgo arquetípico de todo fascismo. Matar a todos los que no son como él ordena que sean. Y a los “apóstatas”, los musulmanes traidores. El Califato se reserva el derecho privilegiado de tener la verdad absoluta, fuera de la cual solo está la muerte. Es su ley.

El EI ha provocado a occidente – USA y su aliados de la Otan – de la manera más abierta, contundente y viral. Han practicado decapitaciones al mejor estilo de las Mil y una noche, solo que ahora las han grabado en video UHD y a los pocos minutos de haber ocurrido han trepado las imágenes a la red, para que el mundo vea lo que hacen con los demonios de los demonios, los periodistas.

Han decapitado a tres periodistas, dos norteamericanos y uno europeo, para decirle  a occidente, que vaya por ellos. Por los ejércitos negros de demonios negros del Islam que amenazan a occidente. USA y sus aliados europeos y regionales han movilizado una fuerza internacional para cazar “califas”. Han calentado el conflicto interno sirio, estimulado la causa kurda y provocado cientos de miles de refugiados. Van por la cabeza del califa, como en cualquier película de acción norteamericana. Como fueron por la cabeza de Hussein y de Osama Bin Laden  Y seguramente la conseguirán, como consiguió Tarantino en su film, matar a Hitler, encerrándolo como una rata en un teatro en París.

El acto simbólico de cortarle la cabeza a un infiel occidental utilizando a un verdugo occidental - un hombre de acento inglés identificado - es una perversión simbólica demasiado cruda, porque muestra lo que el Islam ya le ha hecho a occidente tras las líneas. Como las que descubrió Henry Levy, rastreando durante varios años los hilos del califato mafioso con centro en Karachi, que decapitó al periodista Frank Pearl en 2002.

Un neo nazi alemán, holandés, francés, o los matones irlandeses, o los bárbaros ingleses y los islamistas paneuropeos, tienen en EI el proyecto perfecto. Bien vale la pena echarse el morral al hombro, comprar un pasaje a Turquía, pasarse a Siria, presentarse a filas del ejército del EI y comenzar a cazar infieles. Como los “Malditos bastardos” que fueron a Francia a cazar nazis para arrancarles el cuero cabelludo, a la mejor manera comanche.  

 

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