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Alberto Rodríguez

El lobo de Wall Street

El lobo de Wall Street

La maldita película trata de una manada de lobos. Gruñe, resopla, está viva, muerde. Su fuerza está en la historia, pero la historia puesta en cine llena la pantalla de una furiosa energía cinematográfica que se produce cuando Scorcese, Di Caprio y Terence Winter, el guionista, se juntan. De una manada de lobos urbanos dedicada a la especulación, al juego de trabajar con el dinero ajeno que se enseña y se aprende en Wall Street.

Es la historia de Jordan Belfort. Una crónica, todos los hechos narrados están documentados, el guión se trabajó con extractos de sus memorias. Un personaje americano.  

Es una película de escenas memorables, de momentos, de exageraciones al estilo mafioso, al parecer todos los que hacen mucho dinero y muy rápido, se parecen. Escenas intensas, humillantes, delirantes.

La memorable escena didáctica: el primer día de Jordan en Wall Street. El almuerzo de bienvenida. La lección del brooker que dará a su formación, todo lo que necesita para organizar su pandilla de mil lobos. A través del teléfono montaron la más grande operación de defraudación de fondos privados, ventas ficticias, estafa accionaria, corretaje criminal,  manipulación de valores y lavado de activos, en USA.

Primera lección: el negocio consiste en que lo que está en el bolsillo de tu cliente, pase al tuyo.

Segunda lección: mover los papeles hasta difuminar el valor, hacer que sea volátil, irreal, que no esté en la tabla de elementos.

Tercera lección: que toda la economía especulativa se mueva con papeles, está bien, siempre y cuando nosotros tengamos efectivo.

Cuarta lección: dos pajazos diarios, una prescripción. Toda la presión de la tecnología con que trabajamos, hay que soltarla.

Quinta lección: la cocaína. Si no la metes revientas y además te hace pensar más rápido.

Jordan, antes de iniciar cada mañana su tarea de líder de la manada, se mete un par de líneas largas utilizando un billete de cien dólares, que luego arruga y tira al cesto de la basura que se ve repleto.

Una escena: navegando cerca a las costas de Cerdeña, el yate de Belfort se ve en una tormenta nocturna que conducirá al naufragio. Cuando el yate hace agua y una ola está a punto de quebrar la ventana del puente, Belfort le pide a su amigo sus “ludes” (cualudes). “No creas que voy a morir en sano juicio”, le dice.

Otra escena: está con una zorra en la habitación. La hace poner en cuatro y que levante el culo, se lo llena de cocaína y aspira agradecido.

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