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Alberto Rodríguez

Entre el idealismo de Blades y el de Rodríguez

Entre el idealismo de Blades y el de Rodríguez

Rubén Blades le escribió una carta a Nicolasito, en la que le dice, resumiendo, que la chavista no es una verdadera revolución, que no le gusta lo que sucede en Venezuela y que no cuente con él como invitado.

Don Silvio Rodríguez le responde a Rubén, diciéndole que las “verdaderas revoluciones son siempre difíciles. Che Guevara que sabía algo de eso, decía que, en las verdaderas, se vence o se muere, porque una revolución no es una tranquila, pacífica obra de beneficencia…”.

La idea de la revolución como un vuelco a través de la violencia, motor de rupturas radicales, abruptos cambios, es hoy - siglo XXI -  una idea romántica, tan degeneradamente romántica, como que la revolución chavista se tomó el poder por la vía electoral, y se refrendó por una seguidilla de triunfos en las urnas, de los que el Generalísimo se sentía muy orgulloso. Él, el invencible electoral.

Aun siendo la mecánica de la sociedad, una mecánica de clases, la “perspectiva revolucionaria” – asfixiante lugar común -, en Venezuela, no es la de Bolívar, la de Fidel, la del Che, o la de los sandinistas. A las que Silvio se refiere como verdaderas. Ninguna de esas revoluciones se habría podido hacer a través del combate electoral. Chávez hizo la suya con votos, luego le metió petrodólares, armas rusas e hizo alianzas internacionales. Siempre entendió que la revolución necesitaba apoyo internacional, bloques fuertes, financiados, capaces de incidir en el manejo del mundo. Pero lo más importante, la revolución ocupó el aparato petrolero para darle aire al movimiento internacional de resistencia.

Nicolasito se merece su caracazo, no hay ningún presidente de Venezuela que no se lo haya ganado. A un año de la muerte del Generalísimo, la revolución que perdió el aire electoral (fue necesario intervenir los resultados de las elecciones para que Nicolasito se quedara), es un esperpento bolivariano, en manos de un hombre corpulento y asustado, un inepto de buena voluntad y fiel hasta donde pueda, que ha llegado al punto común de toda dictadura, tener que manejar a medio país por la fuerza. La crisis ha completado más de un mes, sin que la escalada de muestras de encontrar una solución.

La doble moral política del esperpento es deliciosa. Desde el gobierno venezolano se ha denunciado el paramilitarismo uribista en Colombia, sin embargo, Nicolasito tiene a su servicio unidades de “motorizados” – pistoleros móviles a sueldo – que le ayudan a las fuerzas armadas a tener un control más efectivo de la revuelta. Nicolasito, sin que sea consciente, ha terminado pareciéndose a lo que más dice odiar.

El gobierno bolivariano solo representa a la mitad de la población de Venezuela, la otra mitad ha sido declarada enemiga del régimen. Es la población que la revolución bolivariana no incluye, y que no va a incluir y contra la cual se hace la “revolución”. Tanto en las revoluciones y contra revoluciones se ha ensayado la eliminación física de quienes están en contra. La vía indonesia, de eliminación masiva, igual que la vía camboyana, o la vía colombiana, cuando se eliminó físicamente a toda una organización política, o la vía étnica africana, hutus y tutsis. Pero no Silvio, la vía venezolana, definitivamente, no es tan verdadera – tan radical – como para que pueda dar un tratamiento militar a un problema civil que le está quitando el oxigeno de manera desesperada a la gobernabilidad bolivariana.

La revolución del Generalísimo ganó la adhesión internacional y de los partidos políticos, porque dio a los más pobres lo que nunca les habían dado, les devolvió lo que les habían quitado, les reconoció los derechos. Pero se le quedó medio país en un limbo de poder, una bomba que la revolución nunca supo, ni sabrá cómo desactivar. En las elecciones los chavistas siempre se mostraron incluyentes. Atacaron los centros de poder, pero nunca dispararon contra medio país.

Ahora tal vez no sean los venezolanos más pobres - aunque algo se ha hecho desde el gobierno, quebrándolos con el control arancelario, de divisas, de cuentas, cierre de negocios, manejo político de las tarifas comerciales – pero podrían llegar a serlo, de seguir las cosas económicas como van. Son ellos, los excluidos de hoy, las víctimas de una revolución electoral, los enemigos, los que todos los días se levantan, salen  a las calles, protestan, corren frente a las arremetidas de los motorizados, los que ponen los muertos: universitarios, estudiantes de colegio, empleados, trabajadoras de comercio. Los que ponen los desaparecidos y los detenidos.

Rubén, la bolivariana, no será la “verdadera revolución” con que sueñas. Está bien que por un tiempo no regreses a Venezuela, pero no deja de cantar, a pesar de que a Silvio, ya no le gusta lo que haces.

Silvio, ni siquiera tus palabras de aliento, tu radical espíritu, le servirán a Nicolasito, de hecho tus recomendaciones son más útiles para él, que para Rubén. Pero ya no puede hacerse mucho, Nicolasito representa el comienzo del fin del chavismo. Porque si el Generalísimo, no tuvo a nadie más a quien dejar encargado de la “revolución bolivariana” se merece su fin. ¿En qué condiciones llegaría Nicolasito a unas próximas elecciones, si es que llega?

1 comentario

mlton -

Alberto ya fuiste a Venezuela... Yo acabe de llegar... Y la primavera que promovemos en Colombia... Es como la reforma agraria que hicieron los industriales para ellos en nuestro campo...pues sí pueden haber cosas que no te gusten... Pero es el único país de América donde los que salen a protestar son los del Este... Cuando el barrio salga no hay gobierno que aguanté allá y falta bastante para que el barrio baje...