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Alberto Rodríguez

Lector artificial

Lector artificial

Juan Manuel Acevedo

 Nuestros tiempos son sombríos,

Los hombres parecen necesitar

un aire artificial para poder sobrevivir.

  Ricardo Piglia

Toda lectura permite la respiración. Se respira naturaleza y deidad en los clásicos; se respira trasgresión e ironía en los románticos (sobre todo en los alemanes); se respira objetividad en los realistas; se respira velocidad en los futuristas, caos en los dadaístas y vitalidad en los surrealistas. Ahora bien, en algunas autores la respiración es débil y es necesario  acudir a artificios narrativos para dar vida a la obra. Este es el caso de la primera novela del escritor argentino Ricardo Piglia.

Respiración artificial es lo que necesita, según Piglia, la literatura argentina de la primera mitad del siglo XX, pues tras la muerte de Roberto Arlt y el reconocimiento de que Borges es el mejor escritor argentino del siglo XIX quedan pocas esperanzas en las letras del Rio de la Plata. “Lo exánime en esta novela es tanto la historia como la literatura argentina, que han sido enterradas, plasmadas, petrificadas bajo un molde estéril; ambas son cuerpos momificados, guardando pacientemente el aliento de resurrección que las impulse a ponerse en pie nuevamente”[1]

Respiración artificial encarna así los anuncios de Hegel y Fukuyama sobre la muerte del arte y de la historia, solo que para Piglia todavía hay esperanzas de resurrección de esa parálisis simbólica a la que se ven sometidas. Como aquellos cadáveres a los que les crecen las uñas, la literatura y la historia argentina persisten en el tiempo gracias a escritores anómalos como Arlt, Sábato y Chernov.[2]

La escritura laberíntica y fragmentaria que va y viene entre el pasado y el futuro y los diferentes narradores de las diversas historias, hacen de la novela de Piglia un ovillo oscuro, difícil de digerir de manera natural. Los monólogos, las cartas y los documentos proponen una obra abierta que permite descubrimientos insólitos, como el encuentro de Kafka con Hitler o enfoques críticos que proponen una nueva interpretación del pasado, no en vano Piglia abre su obra con un epígrafe de T.S. Eliot: “Teníamos la experiencia pero nos equivocamos en cuanto al sentido, y el acercamiento al sentido restaura la experiencia.” Esto en palabras de Seymour Menton: “refuerza la imagen negativa de la historia patria y reafirma la obsesión de los intelectuales argentinos con la cultura europea.”[3]

Del mismo modo queda planteada la arrogancia y falsa erudición de los escritores argentinos, pues desde el epígrafe del Facundo de Sarmiento  y a lo largo y ancho de la obra de Borges se presenta una necesidad cosmopolita, que no es mas que el complejo de inferioridad con Europa en donde los epígrafes nunca se escriben en español.

Esos elementos extraños, que no solo aparecen en la literatura sino que también se presentan en la política argentina, transforman la historia y la convierten en una disciplina cifrada por códigos secretos, es por esto que en Respiración Artificial el lector es una especie de historiador de las excepciones o literato patafisico que descubre a los anormales de Boedo y le cae en gracia que escriban como una patada en el culo.

En cierto sentido, se trata de decir la miseria, lo que ella es y lo que significa, a través de una suerte de desmesuras lingüísticas que hacen referencia a los inicios de lo grotesco literario, cuando en la edad media y el renacimiento se utilizaba otro lenguaje (vulgar y grosero) para igualar las jerarquías sociales dentro del carnaval. Aquí, lo que la literatura logra con el exceso de referencia es la ignominia de la pobreza reflejada en un nuevo estilo, que surge de la mezcla del humor y la perversión e involucra un nuevo decir.

Al respecto, Ricardo Piglia, heredero de la tradición Arltiana, afirma: “El estilo de Arlt es una masa en ebullición, una superficie contradictoria, donde no hay copia del habla, trascripción cruda de lo real. Arlt entonces trabaja esa lengua atomizada, percibe que la lengua nacional no es unívoca, que son las clases dominantes las que imponen, desde la escuela, un manejo de la lengua como el manejo correcto; (...) Ese estilo de Arlt, hecho de conglomerados, de restos, ese estilo alquímico, perverso, marginal, no es otra cosa que la transposición verbal, estilística, del tema de sus novelas. El estilo de Arlt es su ficción. Y la ficción de Arlt es su estilo: no hay una cosa sin la otra”[4].

Piglia propone entonces una relectura de lo establecido bajo el antiguo canon, es decir que no solo nos presta el respirador artificial de su novela, sino que además nos da esperanza de vida a los lectores que cansados de la artificialidad de algunos escritores argentinos imploramos por la violencia de un “cross” a la mandíbula.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] DE LA TORRE, Osvaldo. Hitler precursor de Kafka. Indiana: Universidad de Notre Dame. P.7.

[2] Hay que aclarar que Piglia no hace referencia alguna al autor de Amores Brutales.

[3] MENTON, Seymour. Caminata por la narrativa latinoamericana. Mexico:F.C.E. 2002. P.749.

[4] PIGLIA, Ricardo. Respiración Artificial. Bogotá: Tercer mundo editores, 1993. P. 140-141.

1 comentario

alberto -

Ahora que puedes entrar a mi blog, ya tengo un motivo para dejar comentarios: me gusta la columna, pero aun hay un vaho no domado del estilo academia, todo lo contrario de lo que habría hecho Arlt y Piglia. La lección de literatura argentina que nos da, no es la de un académico, sino la de un conversador. Es un tono que conviene más a la columna. Gracias por publicar, bienvenido, es tu blog.