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Alberto Rodríguez

Los tres días de basura que cambiaron la historia

Los tres días de basura que cambiaron la historia

El asunto políticamente interesante es que detrás del acto administrativo por el cual el Procurador destituye al Alcalde Petro, hay un acto político. La sanción disciplinaria, por sí misma, responde legalmente a un papayaso ingenuo del alcalde. Pensó que podía eliminar el cartel del aseo, y propuso un cambio de modelo en la administración de basuras. Que los servicios que prestaban operadores privados los prestara el municipio, una forma de devolver el negocio a las arcas del estado local. Los contratistas tenían la fórmula para hacer caer al Alcalde, lo pusieron contra la pared. No le aceptaron una prórroga para recoger las basuras. El alcalde no alcanzó a tener su dispositivo  para hacer el reemplazo con su propia flota de camiones. Y quedó en manos de los que había llamado mafiosos. Su modelo, sin planeación, no fue más que una idea sin administración. Debió acudir a ellos, dándoles una tajada del 35%. Los tres días de basura le dieron al Procurador, para incoar su alegato. Y justo un año después anuncia la destitución del cargo de alcalde, por quince años. La muerte política de quien quiso cambiar el modelo de la basura en Bogotá.

El problema con los políticos es que a veces son muy alegres con sus ideas. Confían demasiado en su talento, no reducen los niveles de riesgo y las dejan para que la burocracia y los políticos las conviertan en proyectos, es decir, en negocios. Petro no se equivocó en la decisión política de cambiar el modelo de recolección de basuras en el Distrito. Se equivocó haciendo las cuentas. Nunca había gobernado, subestimó la capacidad del enemigo,  y actuó demasiado prevalido de su talento político. Acertó en la estrategia, y acertó porque  es lo que más le conviene a Bogotá, pero equivocó la táctica.

Pero qué es lo que está detrás: una arremetida de frente del uribismo contra el proyecto de izquierda en Bogotá. Primero, no se van a dejar quitar el negocio. Los hijos de Uribe están en él. Segundo, la arremetida contra Petro, representa para todos ellos (Uribe, Pacho Santos, Fernando Londoño, Ordoñez, Victoria) la arremetida contra lo que llaman el proyecto castro-chavista en Colombia. Y tercero, porque como lo advirtió el próximo Embajador de USA en Colombia, el Señor Withtaker, el mensaje de la destitución, es perfectamente interpretable como una reducción de los espacios de participación política en Colombia, lo cual equivale a una pésima señal para el futuro de las conversaciones en La Habana.

“O me lleva él o me lo llevo yo, para que se acabe La Habana” dice hoy en El Espectador Ordoñez mientras toca el acordeón, en caricatura de Osuna.

Petro ha hecho lo único que tenía que hacer. Por una parte, dar la pelea legal, en desigualdad de condiciones. Él sabía lo que iba a pasar, así que presentó una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para que le extendieran una caución a favor de sus derechos. Y de otra, ponerse a hacer política. ¿Y con quién la iba a hacer? Pues con los que no están representados por ninguno de los tragaperras partidistas. Los campesinos, los indios, los sobrevivientes, los excluidos. Desde el balcón del Palacio Líevano, y con el canal capital a su servicio, se lanzó como un caudillo, al que le van a cortar la cabeza, a buscar su espacio para no dejarse aplastar, entre los que él llama los “indignados”.

Envueltas en la elocuencia de un hombre que no sabe reír, salieron exhortaciones pacíficas y democráticas, detrás  de las cuales hay fuego. Ni más ni menos, que un llamado a los indignados para que se preparen a luchar contra el fascismo en Colombia.

Así, la plaza de Bolívar fue convertida en la plaza Tahrir. Se decretó, desde el palacio de gobierno, la llegada de la primavera a Bogotá, en medio de multitudes que venidas de todas partes del país, se han convertido en la concentración política de los últimos años, con cierto aire gaitanista. Petro dejó de gobernar en el corto plazo. Pasó a la ofensiva política, lo único que le va a dar aire para sobrevivir a la arremetida. Y aquí, a diferencia de lo que pasó con las basuras, no se puede equivocar.     

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