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Alberto Rodríguez

Mientras los heterosexuales abandonan el matrimonio los homosexuales piden que lo aprueben

Mientras los heterosexuales abandonan  el matrimonio los homosexuales piden que lo aprueben

Eso de casarse parecería ser algo que ya no se usa. No hay necesidad dicen los hombres, y las mujeres han terminado por creérselo, o al revés. En Colombia lo que se usa es la unión libre, el amancebamiento delicioso, como una forma de sacarle el cuerpo al compromiso formal. Sin embargo, la comunidad gay pide que se les permitan casarse, que los dejen solemnizar la unión. La epidemia parece que solo afecta a la población heterosexual.

En Colombia las parejas entre 18 y 49 años se casan solo en un 19% de los casos. Mientras que las uniones libres llegan al 40%. El otro cuarenta por ciento debe ser de los matrimonios separados, digo yo.  

El contrato no tiene nada que ver con el amor, según se ha dicho, cuando se está bien enamorado, no importa si se está o no casado. Esos convencionalismos no importan. Pero si los hijos de ese amor - que necesita reproducirse, regarse, multiplicarse-, los que ya nacieron y los que están naciendo, o vayan a nacer, pudieran dar su opinión, pedirían a sus padres que se casen. La falta de matrimonio, de contrato, está dejando sin protección legal, en manos de mujeres sin empleo y sin seguridad alimentaria a miles de niños. Casi la mitad (46%) de ellos viven con un solo padre. Aunque se podría decir, que ni siquiera el contrato, asegura bienestar para los niños.

Es que casados o no casados, se juntan para reproducirse. En tal sentido, es mucho más sano el matrimonio homosexual. El amor, el instinto, el cariño, la calentura, lo que sea, no los lleva a reproducirse. Claro, porque no pueden, si pudieran lo harían. Después de que en muchos países se ha aprobado constitucionalmente el matrimonio gay, la lucha que sigue es por el derecho a adoptar a los niños que dejan tirados los heterosexuales.

A todas luces, el matrimonio - esa especie en extinción – mucho más que con el amor, tiene que ver con los hijos. Manes de las épocas en que el romanticismo es un dragón con cara de french poodle.  

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